“Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver…”
Rubén Darío
El empresario se roba unos minutos para tomar café. Es un día de mucho trabajo, visitantes
importantes, reuniones de accionistas, decisiones inaplazables. Aprovecha el momento para hojear los
titulares del diario. Le llama la atención
un artículo: “A cuarenta años de Marysol”. Un título que le hace recordar
sucesos, hace tiempo escondidos, en su memoria. Un título que lo acompaña a lo
largo del día y lo persigue a casa.
—Abuelo, desde que llegaste de la oficina, estás como en
el limbo.
—No pasa nada… preocupaciones del trabajo…
—Necesito tu ayuda con la tarea de la escuela.
—Claro, vamos.
Solo estoy un poco distraído….
“A cuarenta
años de Marysol”. Cuarenta años. Es increíble cómo transcurre el tiempo.
Entonces solo tenía dieciséis.
Fueron días en los cuales nos prohibían salir a la calle pues “merodeaban
los hippies”. Los mirábamos con cierta envidia, jóvenes barbudos de pelo largo,
rodeados de lindas chicas, bañándose desnudos en el Ojo de Agua. Nos parecían divertidos, felices y
despreocupados, no con las caras largas de los que al mirar, criticaban. Nuestras madres nos pedían quedar dentro de
las casas, mantener las puertas cerradas, no acercarnos a esos “hippies
vagabundos” y menos a la playa “Los Tubos” donde pernoctaban. Y por supuesto, todos desobedecimos.
—Abuelo…
—Sí. Sí, ya voy…
Antes de dormir, va a la computadora. Busca por la red. En Facebook descubre la
página de un grupo, “Marysol, el Woodstock boricua”. Lee los comentarios y las anécdotas, mira las
fotos… ¿Y si…?
Carola:
¿Carola?
¿Se llamaría Carola? No puede ser ella…
Luis es un nombre bastante común. Entre
las cincuenta mil personas congregadas,
de tantas partes del mundo, debe haber habido miles de Luises. Sin embargo, esa historia es similar a la de
aquella chica delgadita, que nunca dijo su nombre e insistía la llamáramos
Twiggy. Y de quién no tuve tiempo de
despedirme.
Según lee la información de la página, revive.
Creo que
era Semana Santa. Sí, sí, lo era, pues debido
a la solemnidad de la fecha, la apertura del Festival estuvo en peligro. A pesar de que no se había dado la
autorización oficial, la playa estaba llena de gente. Y también sin autorización, todos los chicos
de los alrededores nos íbamos a curiosear por el área. Jugábamos a ser guías turísticas frente a
aquellos seres tan raros que, contrario a lo que se decía de ellos, se
interesaban en la costa arenosa, la
laguna, el mar, los arrecifes de coral y las algas marinas características de
la zona. Mucha curiosidad les causaba el
nombre del sector y les explicábamos la razón: al construir la carretera hubo
que ubicar una gran cantidad de tubos para no interrumpir el desagüe natural
entre la Laguna Tortuguero y el mar. Se fijaban entonces en la hermosura de la
Laguna, la única natural de agua dulce en la isla, la cual se veía al otro lado
de la carretera y a la que el mar le robaba siempre protagonismo.
Son recuerdos muy guardados, obligados a estar ocultos
bajo la máscara de adulto intachable que hoy lleva. Recuerdos, ahora rebeldes e imposibles de
controlar. Sigue navegando. Encuentra un blog que ofrece un recuento.
Lee…
Miércoles
29 de marzo
Aún no se sabe si se celebrará el Festival pero ya la
gente abarrota la playa. Unos a otros se
ayudan a levantar las casetas. Cuando se
da la noticia de que los tribunales han prohibido el Festival por alegados
hallazgos de marihuana y LSD, nadie se marcha.
Ese mismo día, además, aparece ahogado un muchacho de
Nueva Jersey. El pueblo se opone a los
visitantes por temor a posibles muertes, robos, drogas, actos violentos. Sin
embargo, el Gobernador Ferré, de vacaciones fuera de la isla, da el permiso. Era Jueves Santo.
Ese día,
como todos, entré con mis amigos por la playa. Nuestra playa. Nunca cruzamos el portón principal ni pagamos admisión. Éramos residentes,
¡que paguen los extranjeros!
La apertura
estuvo a cargo de una banda local, Rubber Band.
No era nuestra preferida, pero la euforia por estar allí nos contagiaba.
Frente a la tarima, acomodados en un sofá delante de una guagua VW, reconocí a
un grupo de jóvenes que ya había visto por el pueblo. Entre ellos, ella, quemadita del sol, al
igual que todos. La saludé, como si la conociera de antes. Ella debe haber pensado lo mismo, pues me dio
un beso. Le ofrecí una cerveza, aceptó en seguida.
Horas
después, azotó la lluvia. Billy Joel,
con absoluto dominio del espectáculo, logró que a nadie le importara. Y de allí
no nos fuimos, ni esa noche, ni las dos siguientes. Tres días sin clases, sin padres, sin
permisos ni reclamos, con libertad de comer, beber y fumar lo que se nos
antojara. Ya ofreceríamos disculpas a la hora de los regaños. Y nadie nos
quitaría lo bailado.
Día cumbre con Alice Cooper y ELP. Como cierre, tres muertos: dos jóvenes ahogados
y otro asesinado en medio de una pelea. Corre el rumor de que estaría John
Lennon, pero solo pasan una grabación explicando su ausencia.
Yo tenía
dieciséis años, ella solo catorce. Sin
embargo, despertó en mí el placer de amar y ser amado, sin miedos ni
ataduras. Hacíamos lo que queríamos,
cuando queríamos, porque queríamos. Sin
ofender a nadie, sin faltarle a nadie.
Paz y amor no eran palabras huecas. La última noche debo haber tomado de
más pues me quedé dormido. Al despertar,
no estaba. La mayoría de las tiendas de campaña, tampoco. La busqué entre las familias que aún
quedaban, entre los que se iban, en el aeropuerto. Entonces me di cuenta que
conocía su cuerpo pero no su nombre, sus gustos pero no sus datos, su voz pero
no su pensar, su hola pero no su adiós.
Martes 4 de
abril de 1972
Los visitantes llenan el aeropuerto. Gran parte de
ellos no tienen boletos ni dinero para comprarlos. Otros, con boletos en mano,
se enteran que los vuelos fueron sobrevendidos y están todos llenos. No hay más remedio ¡a acampar allí mismo! Muchos
de los asistentes locales, les llevan comida, vino, cervezas y hasta la banda
Elephant’s Memory es contratada para ayudarlos a pasar las horas. La Cruz Roja
también los atiende, en especial, casos de insolación severa y deshidratación. Toma varios días hasta que, por fin, la línea Pan
American puede transportarlos a sus destinos.
Nunca supe
si estaba allí. No la encontré.
Luis:
Carola
No sé si eres Twiggy.
Por si no lo eres, te envío este mensaje al muro y no en privado. Quizás
así, Twiggy lo lee, como leí yo el tuyo.
Me gustaría verte, saber que estas bien y eres feliz,
oírte decir que cumpliste tus sueños. Comunícate, por favor, no te imaginas
cuánto me gustaría verte.
Yo estoy bien, no cumplí mis sueños pero supongo que
sí los de mis padres. Vivo bien; soy, según dicen, un hombre de negocios
exitoso. Es cierto, he tenido logros importantes, sin embargo, me faltaron
aventuras, emociones, riesgos, locuras.
Ésas solo las viví contigo. ¿Me llamarás? Se nos hace tarde.
Paz y amor, flaquita. Te espero.
· Comentar · hace pocos segundos cerca
de Vega Baja, PR
Si es ella,
si sigue siendo ella, contestará. Aunque solo sea para darme el beso de
despedida que entonces no me dio. Me lo debe…
Siluz
enero 2012
Referencia - datos y fotos:
3 comentarios:
yeah se me pararon los pelos
soy muy joven y no lo vivi pero he hablado con mucha gente que si
me gustaria saber sobre las bandas de Puerto Rico que tocaron
tengo el disco es genial lo mejor es BB King
tambien me gustaria saber sobre las condiciones del mar esos dias
leyendote ...
Un viaje al pasado, sin LSD, solo con nostalgia.
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