30 de noviembre de 2008

El hijo de mi abuela

Aquí lo dice muy claro. Soy hijo de Rosa García y Esteban Meléndez. ¿Por qué entonces Gabriel dice que a mí me parió mi abuela? Claro que me lo soltó en medio de la bronca. Por eso mismo quiero saber qué quiso decir con eso. Es como cuando mi tío Carlos está borracho. Dice una de cosas. Y a la larga siempre resulta que no miente. Como cuando espepitó a toa boca que el novio de mi prima era un sucio, un degenerao, que no le gustaba nada cómo miraba a su nena, que algo malo se traía entre manos. Y mi tía con la misma cantaleta: “Tú siempre, Carlos, déjalos en paz.” Al final la dejó preñá y se escabulló. En parte, le daba la razón, me caía mal el tipo. Siempre estaba fumando y sus ropas tenían un olor raro. Yo también se lo advertí a Susanita. Y ella, “no te metas en eso, no es asunto tuyo”. Chávate ahora, primita. Pero no, no estuve de acuerdo cuando la botaron de la casa. Eso sí que no. No era pá tanto. No la he vuelto a ver pero algún día la buscaré. Extraño a la primita. Parió sola y después de ése, creo que algunos más. Menos mal que nací varón, porque eso de parir... ¿De dónde saca éste que a mí me parió mi abuela? Debe estar loco. Esperaré que llegue mi mai. Voy a preguntarle si entiende qué quiso decir Gabriel. Aunque tal vez sea mejor no mencionar ná. Nunca contesta cuando le pregunto cosas. El otro día, cuando le pedí permiso pá ir a “surfear” con los panas, dijo que no. Sin explicaciones. Le pregunté por qué y se hizo la chiva loca. No me deja ir a ningún sitio. Siempre me dice que es peligroso, que si me puede pasar algo. Me parece a veces que le gustaría meterme en una burbuja de cristal, como a un nene que vi una vez en una película. Lo tenían allí adentro pá que no se enfermara. Cualquier cosita podía matarlo. Luego se pone tierna y me llena de besos. Yo no protesto. Porque es lindo estar entre los brazos de la mai aunque ya uno esté viejo pá mimos. Después que nadie nos vea. Mis amigos me llamarían “mama’s boy” Así le dicen al Luiggi. Aunque a mí me está que ese nene cojea de la otra pata. Mi pai dice que si no lo cuidan, se volteará pá’l otro lao. Y luego me repite: “Como yo te vea con manerismos como los de ese Luiggi, te caigo a palos. Bastante trabajo nos dio que nacieras para que me vayas a salir maricón.” Mi mai se vuelve un ocho cuando dice cosas así. Y siempre aclara: “Tú sabes que Esteban Alberto es perfecto. Ni mandado a hacer.” Y se ríen los dos. ¿Tendrá algo que ver con eso de que me parió mi abuela? Nunca lo había pensao…

Y no lo pensaste más hasta diez años después, primito, hasta el velatorio del Luiggi. La playa, las maldades, las bromas, la música, la escuela, las muchachas, lo prohibido… todo fue dejando atrás aquella duda que sin tú saberlo, permanecería latente en tu inconsciente. Esa noche fue un triste reencuentro de amigos en la funeraria. ¡Cuánto habían cambiado! ¡Cuánto tiempo habían perdido!

—Es una pena esto de Luiggi. Luchó mucho pero al final la enfermedad lo venció.

—¡Sufrió tanto! Ya no quería ni que lo visitaran. No soportaba que lo vieran así.

Resurgieron los relatos, las aventuras, los sustos, los coqueteos, las travesuras. Eran tantos los recuerdos.

—De veras, Gabriel, me alegro tanto de verte. Pensar que nunca nos separábamos cuando chicos.

—Jamás, por algo nos decían el Dúo Dinámico. Si éramos más unidos que Batman y Robin.

—Aunque tuvimos nuestras peleítas.

—Casi nunca. Sólo recuerdo una: cuando no me prestaste el radio que te regaló tu abuela. ¿O tu mamá? Ya ni me acuerdo cómo iba la cosa…

Palideciste, Esteban. Viste en tu amigo una mirada furtiva. Alcanzaste a ver en ella esa chispa victoriosa de saber algo que tú ignorabas sumado a un rictus en su rostro, propio del dueño de un secreto. Aquella supremacía que de alguna manera siempre tuvo sobre ti y nunca llegaste a descubrir por qué.
Te acordaste entonces de mí. Seguro que la prima sabía. Pensaste en Susanita, a quién la vida le había dado la no buscada bendición de cinco hijos que apenas podía mantener. Susana, la hija despreciada por el tío Carlos cuando se enteró de que lo haría abuelo. Susana, la prima innombrable que buscaste al crecer para convertirte en mi refugio. Preguntaste. Tuviste que amenazarme con abandonarme a mi suerte, con marcharte lejos, con dejar a mis hijos sin el padrino a quien tanto quieren. Me pedías tan poco y me habías dado tanto. Sólo reclamabas tu derecho a la verdad. Te hablé claro. Esteban, tu madre nació sin útero. Tras diez años de matrimonio, sin hijos, buscaron la fertilización in vitro. Necesitaron un vientre substituto; el de la abuela era el más adecuado: aún joven, la misma sangre, saludable. Sí, Esteban, te dije que eras producto de tus padres pero que fue la Abuela quien te trajo al mundo.
No podías creer lo que escuchabas pero eso no te impidió entender su silencio. Eres un gran tipo, Esteban. Comprendiste el engaño. Justificaste la mentira. En aquella época algo así significaba rechazo, burla, hasta pecado. Jugar a ser Dios, pensaban algunos. Pero esa historia que parecía sacada de una revista sensacionalista era la tuya y eso era difícil de asimilar. Sin embargo, meditaste. Te diste cuenta de que eras algo especial, un niño buscado, un niño querido, no como los míos que llegaron de diferentes padres y sin un pan bajo el brazo. Y por primera vez, te vi llorar.

Cuando sonó el teléfono contestaste como un autómata. No te habías acordado de la cena de Acción de Gracias. Si, Mamá, ¿a qué hora? Voy a llevar a Susanita. Yo te miraba sorprendida. ¿Te has vuelto loco, primito? Estarán allí tus tíos. No tomo un no por respuesta, dijiste. Si yo puedo aceptar algo como lo que me acabas de contar, ellos pueden hacer lo mismo con tu historia. Total, es mucho más común de lo que piensas. A pesar de mi negativa a entrar a tu auto, lo hicimos. Mis cinco hijos y yo partimos hacia la casa de la Abuela con la esperanza de que de verdad creyeran en ese Dios al que iban a agradecer.

Cuando se abra esa puerta, sabré; de los gestos y las palabras que salgan por esa puerta, dependeré… Cruzo los dedos.

ding...dong…

Esteban, pase lo que pase, me alegro de que hayas nacido.


Elsia Luz Cruz Torruellas (Siluz)

25 de noviembre de 2008

El signo que no envejece


¿Recuerdan cuando cincuenta olía a Viejo? Pensábamos que después de cincuenta no había más cuenta: no más cumpleaños, no más alegría, a rezar el rosario y envejecer. De los cincuenta a la muerte solo había un paso. Pero como dijo alguien: "la vejez es siempre quince años mayor que uno". Nos fuimos acercando a los treinta y cinco y entendimos aquello de que “los cincuenta son la juventud de la edad madura”. Así estuvimos preparados cuando llegaron.


Los que crecimos durante la década del 60 recordamos:


los hippies
El pelo largo y las barbas
Amor libre
LSD
Lo sicodélico
El poder negro
Martin Luther King
Fidel y la revolución cubana
El antimilitarismo
El Concilio Vaticano II
Los Beatles
El alunizaje
La guerra de Vietnam
Paz y amor
Cien años de soledad
El Che
El Club del Clan
Los volkies y “volkas”
Woodstock
Janis Joplin, Bob Dylan, Joan Baez
Festival Marysol


Y por supuesto: el símbolo de paz que este año cumplió los temidos cincuenta.

El símbolo de la paz, presente en protestas alrededor del mundo, tuvo su primera aparición en público un Viernes Santo hace 50 años cuando miles de británicos realizaron una manifestación desde Trafalgar Square hasta una fábrica de armamento nuclear en Aldermaston..El diseñador y ex objetor de conciencia de la II Guerra Mundial, Gerald Holtom, había convencido a las organizaciones Direct Action Committee Against Nuclear War (DAC) y Campaign for Nuclear Disarmament (CND) de que necesitaban una imagen para causar más impacto e inventó el signo que fue llamado "Ban the bomb" (prohíban la bomba).
Se inspiró en una pintura del español Goya, donde aparece un campesino frente al pelotón de fusilamiento. "Estaba desesperado. Me dibujé a mí mismo: la representación de un individuo en desesperación, con las palmas de las manos extendidas hacia abajo. Concluí el dibujo encerrándolo en un círculo” explicó.

Se ha dicho también que usó los símbolos del lenguaje de señales, N, por nuclear, y D, por desarme superpuestos dentro de un círculo que simbolizaba la tierra.
Luego de atravesar el Océano Atlántico tomó un significado adicional al ser adoptado por los movimientos de derechos civiles y por la contracultura de las décadas de los 60 y 70. Invadió todas las marchas e incluso llegó a adornar autos Volkswagen psicodélicos y cascos de soldados en la guerra de Vietnam. Algunos veían en el símbolo una patita de la paloma de la paz. Muchas interpretaciones pero el mismo grito: "Dénle a la paz una oportunidad" (J. Lennnon).
El CND nunca lo registró: "un símbolo de la libertad debe ser libre para todos". Por eso, ha sido comercializado en todo tipo de mercadería, quizás solo compitiendo en popularidad con el rostro del Che. Incluso ha tenido un nuevo auge este año, cuando cumplió sus cincuenta años.

Ahora, cuando los hippies perdieron sus melenas y las chicas alargamos nuestras faldas, los “babyboomers” vemos a nuestros nietos usando en sus ropas y accesorios ese símbolo que no envejeció con nosotros y que aún exige amor y paz.

17 de noviembre de 2008

¿Dónde está Oscar?


Una mascota no es mercancía, su valor no se mide en dinero sino en cuánto se quiere y cuánta felicidad da a una familia.

Desde el viernes, Oscar no aparece. Antes de mi hijo y su compañera salir para una obra de teatro, estaba en el patio jugando con los otros perros. Al regresar, ya no estaba.

No se cómo ni para qué, pero alguien se llevó a Oscar de su hogar en Hato Rey (Río Piedras). Quizás alguien lo ve perdido por alguna calle, quizás a alguien se lo intentan vender, quizás alguien lo ve en otro sitio que no es su casa. Avísanos a través de este blog, de un e-mail, de facebook o al telefono bajo la foto.

Hace poco vi que a través de los blogs apareció un perrito llamado Pancho, pues un joven reconoció al perrito que su abuela había encontrado en la calle. Por favor, ayúdame a divulgar este mensaje. Ayúdanos a encontrar a Oscar.
Oscar es un dachshund o perro salchicha. Tiene cuatro años. Vive con Noel y Vanessa en la urbanización Roosevelt, entre las avenidas Domenech y Eleanor Roosevelt. La persona o personas que se lo llevaron entraron a la casa entre las 5:00 p.m. y 8:00 p.m. del viernes 14 de noviembre. Se hizo una querella con la policía (cuyo cuartel queda muy cerca) pero no le dieron ninguna importancia. Demostrémosle que para hacer justicia solo faltan buenos corazones y no armas, amenazas ni biombos azules.

9 de noviembre de 2008

¿Por qué...?

¿Por qué...
1. aparece lo que estábamos buscando cuando buscamos otra cosa?
2. puedes estar todo el día sin hablar con nadie pero suena el teléfono cuando estás en el baño?
3. si te mueves a la fila más corta del banco, la persona frente a ti lleva las transacciones de toda su oficina?
4. el diseño de los abridores de lata y los ensarta-agujas nunca ha cambiado?
5. por qué hasta los 0 tienen que estar a la derecha para ser tomados en serio?
6. siempre llega visita a la hora de la novela?
7. cuando te decides a encender un cigarrillo llega el autobús que esperabas hace media hora?
8. cuando más interesante o divertida está la conversación en el chat, se te congela la compu?
9. los niños se levantan más temprano los domingos?
10. soñamos que se nos caen los dientes?
11. limpias toda la casa y se le cae la bola al nene de la visita en el rincón más oculto que se te olvidó limpiar?
12. escoges entre todas las camisas en la tienda la única que estaba rota o le faltaba un botón?
13. el primer amor nunca es el último?
14. bajo los asientos de los aviones en lugar de salvavidas no hay paracaídas?
15. apretamos con fuerza el control remoto cuando se está quedando sin baterías?
16. nos echamos al bolsillo el bolígrafo que nos prestan?
17. guardamos el paraguas en el baúl del carro y solo nos acordamos cuando llueve?
18. al dibujar a Adán y Eva le ponemos ombligo?
19. vienen diez “hot-dogs” en el paquete si los panes vienen en paquetes de ocho?
20. faltas al trabajo por “enfermedad” y ese día sacan un video para el noticiario en el sitio donde vas?
21. sales por un momentito sin peinar ni arreglarte porque no hay nadie afuera y de momento pasan varios carros y todos te saludan?
22. cuando las madres tenemos frío abrigamos tanto a nuestros hijos?
23. se cae al piso el último pedacito de postre?
24. no hay baterías B?
25. cuando más prisa uno tiene nunca aparecen las llaves?
26. si tienes un golpe en un pie todos te pisan?
27. guardas algo por años y no lo necesitas hasta el día después de botarlo?
28. si todos en el salón han alzado la mano menos tú la maestra te manda a ti?
29. se le pone cerradura a la puerta de un negocio “siempre-abierto”?
30. no podemos evitar bostezar cuando otro lo hace frente a nosotros?
31. no podemos estornudar con los ojos abiertos?
32. le compramos a nuestros hijos todos los juguetes que hubiéramos querido tener?
33. si los hombres son todos iguales, tardamos tanto en elegir marido?
34. venden licores en una gasolinera si está prohibido beber y conducir?
35. le da “pie de atleta” a quien nunca hace ejercicio?
36. juegas todas las semanas el 447 en la loto menos cuando se pega?
37. nos pica la cabeza cuando hablamos de piojos?
38. cuando nos avisan que tenemos un ojo sucio siempre nos limpiamos el que no lo está?
39. si vemos a otro limpiándose un ojo, nos limpiamos los nuestros?
40. no llueve en todo el mes hasta que te decides a lavar el carro o tienes todo preparado para el BBQ?
41. por qué pasan la prueba del sistema de emergencia cuando el protagonista de la novela está a punto de revelar su gran secreto?
42. basta que te vistas de blanco para derramarte encima el café?
43. nunca nos fijamos donde dejamos el carro estacionado?
44. la galleta siempre cae con la mermelada hacia abajo?
45. sabe mejor la cerveza cuando hay “Ley seca”?
46. podemos aguantar las ganas de orinar menos cuando ya estamos cerca del baño?
47. el perro más feo del vecindario es el que logra colarse en tu patio y preñar a tu perra?
48. decimos “entró como Pedro por su casa” o va “a las millas de Chaflán”?
49. nos mordemos los labios cuando escribimos?
50. si no encontraste respuesta a ninguna de las anteriores, estás pensando otra pregunta para que la añada a esta lista?

6 de noviembre de 2008

Buscándonos

Nadie encuentra lo que no está buscando. No es verdad que las cosas aparecen de pronto; que, sorpresivamente, cuando para la lluvia, vemos una hermosísima flor en el tallo en el que antes no había nada. Allí hubo, por lo menos, un capullo cerrado, algo que estaba por abrirse, por transformarse en flor... Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre... los dos estaban buscándose. Por soledad. O por dolor. O por ganas de revivir la vida insuflándole oxígeno a los pulmones. O porque sí. ¿Por qué explicarlo todo? ¿Por qué decir que la causa, el efecto, que la casualidad no existe, que...? Mejor pensemos que lo importante es que, cuando no hay alguien a nuestro lado, no hacemos tostadas (¿para mí solamente? No...), no gastamos el frasco de perfume, duran menos las latas de atún y más las milanesas en el freezer, compramos con más nostalgia que alegría un ramito de flores para llevar a casa, y estrenamos muy pocas cosas. Se van yendo las ganas, como se va la luz, poquito a poco... Y la noche nos asesta su golpe con el recuerdo, nos envía sus fantasmas más tristes, sus sombras incansables e inclementes. La noche que no termina nunca, que crece, que atormenta, que entrevera nombres, que ronda, que agiganta las lágrimas hasta transformarlas en un océano. Estamos solos porque no hacemos una llamada. Porque no damos el paso que nos acerca. Porque no decimos la primera palabra que se transforme en puente. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Por qué creés que vos y yo nos encontramos? ¿Desde dónde venías acercándote? ¿Desde cuándo yo esperaba que llegaras? ¿Por qué yo? ¿Por qué vos? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué creés que no te desviaste, con otro rumbo, que no fuiste más hacia el sur, o más al norte, o al otro lado del mar incalculable? ¿Por qué pensás que me detuve para que pudieras alcanzarme, extender las dos ramas de tus brazos, abarcarme con toda tu ternura como diciéndome "ahora ya no te pasará nada malo, nada triste, nada cruel"; podés dejar de llorar, podés dormir con los ojos cerrados, mansamente y, al despertar, no estarás sola... Nunca más estarás sola. "¿Y yo no estaré solo nunca más...?" ¿Por qué? Porque los dos estábamos buscándonos. Porque desde aquella lejana, lejanísima primera vez que nos vimos, quedó un delgado, finísimo, invisible hilo uniéndonos... un hilo que nada puede cortar, un hilo que atraviesa paredes, muros, montañas... un hilo indestructible que no soltaste, que no solté, y que al fin volvió a reunirnos para que la historia termine su retrato, tal vez poniendo un poco menos de tonalidad en la paleta, o distintos colores y brillos, pero retornando a los dos mismos protagonistas. Vos y yo. Regresando. Volviendo al paraíso prometido que salimos a buscar sin saber que lo teníamos tan cerca, debajo de los pies. Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre... los dos estaban buscándose. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Me entendés, ahora?
Poldy Bird

4 de noviembre de 2008

¡Ya sé por quién votar!

Mientras era la hora para salir a depositar mi importante voto en las urnas, me preguntaba: ¿Estaré haciendo bien? ¿Habré escogido los candidatos mejores? ¿No será un voto perdido? ¿Habrá posibilidades de un verdadero cambio?
Todo esto pensaba y repensaba cuando vi los anuncios de este joven en "YouTube". Esa es la que hay. ¡Ya sé por quién votar!



3 de noviembre de 2008

En memoria de Verónica

Hace mucho que deseo escribir algo sobre Poldy Bird. No la leí de adolescente como algunas de mis amigas. De hecho, la conocí hace poco a través de ellas. Su literatura es más bien sencilla, por eso quizás me gustó tanto. Sus temas son cotidianos, naturales. ¿Qué le falta compromiso político o social? Tal vez. Aún así, pude identificarme con sus letras, con sus sentimientos, con su ternura, con sus emociones.
Hoy leo en el blog de
Fabiana que su única hija, Verónica, acaba de morir a causa de un infarto. No aquella que así lo decidió, sino la de los cuentos. Tenía treinta y nueve años, los mismos que tiene la publicación de “Cuentos para Verónica”.

Cuando te miro, Verónica, tan chiquita, tan redonda, con tu pelito de seda, haciendo morisquetas frente al espejo, soy feliz… y tengo miedo.
Porque el miedo es un raro ingrediente de la felicidad, sobretodo de esta felicidad mía tan pulida, tan dulce, tan nueva. Ahora no lo entiendes, claro, tienes nada más que un año, un añito que pregonas con tu índice en alto y una sonrisa de solo seis dientitos de conejo.
Ahora tu mundo se reduce a los pajaritos de cartulina que papá colgó del techo de tu cuarto y el aire mueve constantemente para tu asombro y tu alegría. Y a la muñeca que buscando tu amistad solo encontró que te diviertas tirándola al suelo desde tu cuna. Y al muñeco de celuloide pintado de rosa que tiene campanas en la barriga y suena a gloria cuando lo mueves.
Un mundo que cabe en la palma de tu mano gorda. Yo estoy en ese mundo, soy una enamorada de ese mundo. Sí, Verónica, ahora mamá está. Lloras de noche y corre a tu cuarto, te acaricia la cabeza, te dice que vuelvas a dormirte. Mamá ya te conoce bien, sabe todo lo que te gusta y lo que no te gusta y cuando pone sus ojos sobre ti, te estudia, te analiza, trata de comprenderte, de aprender cual es el camino que llega a tu corazón para transitar siempre por él.

Y ese es mi miedo. Hoy estoy aquí, tan cerca de ti, pensando la manera de hacerte feliz, segura de que a mi lado encontrarás la dicha. Pero.. ¿si me muero antes de que seas grande? ¿y si me muero antes de poder responder a todas tus preguntas, antes de poder aclarar tus dudas, antes de poder secar las lágrimas de tus primeras desilusiones, ésas que duelen tanto?”*

Tenemos mucho miedo de abandonar a nuestros niños, de que la vida no nos permita criarlos, protegerlos, educarlos. Quizás su miedo fue debido a su propia experiencia. La escritora perdió a su madre en un accidente de tren cuando solo tenía ocho años. Pero nunca nos preparamos para que sean ellos quienes nos abandonen. No es natural, los padres no deben llorar a sus hijos.
No conocí a Verónica, no sé nada sobre su vida adulta. Solo que hizo a Poldy abuela de Alan. Verónica, al igual que Paula, se inmortalizó a través de las letras de sus respectivas madres.

"Yo me sentaba junto a ella, mi abuela de jabon almidonado, de eterno colorete en las mejillas y prolijo rodete rematando su cabeza. Me sentaba junto a ella y miraba sus manos yendo y viniendo con la aguja, el fino hilo imitando el tejido de la tela que después de remendada parecía otra vez nueva. Y así desaparecía el agujero de la media gastada, el siete de la pollerita enganchada en el alambre de un cerco, jugando a las escondidas. Y los botones volvían, como fortificados, a su lugar preciso, los ruedos se alargaban o se acortaban de acuerdo con mi crecimiento o con la moda del momento.
Mirando hacer a mi abuela, aprendí a hacer algunas cosas. Y viendo el empeño que ella ponía para hacerlas bien, me di cuenta de que hacer bien las cosas es una especie de orgullo, un ramito de alegría que le regalamos a nuestra capacidad. “A mi no me sale” o “Yo no sirvo para hacer esto”, eran dos frases que a ella, a mamá Sara, le hacían fruncir el ceño. Y decir: -Cuando uno pone empeño en hacer algo, le sale. Y todos servimos para hacer las cosas que hay que hacer en la vida… salvo las que están reservadas a los artistas y a los virtuosos, como las de la creación.
Por eso, Verónica, a mí me inspira enorme respeto la gente que hace las cosas bien: el zapatero que clava una suela que no vuelve a desclavarse, la cocinera que logra que sus tortas se eleven como una torrecita de dulce sabor, la maestra adorada por sus alumnos, el profesor que consigue meterte en la cabeza su explicación sobre un tema de la materia que enseña, la secretaria que consigue ese llamado que parece imposible, el jardinero que conversa con las plantas para que sean más bellas y mantiene el césped como un delicado colchón de esmeraldas vivas, el empleado que frente a la ventanilla de atención al público deja de lado su dolor y esgrime la amabilidad y la sonrisa como sus dos mejores armas de trabajo. Y quiero que pertenezcas a esa legión de gente. Si aprendiste a hablar cuando las palabras eran esas cosas difíciles que pronunciaban los grandes y tu boquita se encantaba con torpes balbuceos… si aprendiste a tenerte en pie cuando el equilibrio era para vos tan riesgoso como para el trapecista el cruzar el aire de una hamaca hacia otra, sin una red debajo… ahora no me podés decir que “matemática no me entra, mamá” o que no podés prestar atención en clase sin distraerte… o que no sabés cómo mantener el orden de tu placard o como contener una mala contestación.
Cuando tengo un montón de cosas que hacer, me hago una lista con ellas y pongo en primer lugar las que menos me gustan: mientras las hago no me distraigo, pongo atención y cuidado; tienen que salirme bien, porque si no me salen bien, debo repetirlas… ¡hacer dos veces algo que no me gusta! Es intolerable.
Y yo quiero que quieras, que tengas ganas, que hagas las cosas bien para que el mundo se vaya mejorando, para que, poco a poco, entre todos los jóvenes, vayan construyendo un mundo mucho mejor que este que los adultos les ofrecemos. Un mundo a tu gusto, con todo lo que querés que el mundo tenga: amistad, sinceridad, cordialidad, paz, cariño, música, alegría… toda esa alegría que a los de mi generación nos enseñaron que era poco menos que un pecado… como si sólo en el sufrimiento y en la dura obligación estuviese cimentada la verdad de la existencia. Por eso, mi querida Verónica, para que las cosas te salgan bien, tenés que poner, además de voluntad… alegría al hacerlas. Cuando yo era chica, una mucama de la casa de mamá Sara cantaba mientras limpiaba las docenas de caireles de cristal de la araña del comedor con agua y vinagre.

- ¿Por qué cantás siempre que hacés este trabajo? –le pregunté.

- Porque si no canto no quedan tan brillosos –me contestó.

Y ahora, con el correr de los años, llegué a comprender que ella tenía razón."*

No deben ser los padres quienes entierren a sus hijos, no va así la ley de vida, no es ése el orden. Ni siquiera hay una palabra que designe al padre o la madre que pierde a un hijo. Sin embargo hablamos de viudas y huérfanos. El dolor de perder a un hijo es tan inmenso que solo puede compararse con el amor que se le tiene en vida. Por eso cuando vemos a un padre o una madre llorando a un hijo no lo podemos entender.

¿Por qué una madre tiene que correr con su hijo en brazos a causa del estallido de una bomba? ¿Por qué una bala perdida alcanza a un bebé? ¿Por qué un infante es víctima de enfermedades como el cáncer o el SIDA? ¿Por qué un niño se accidenta, se cae, se ahoga? ¿Por qué una mujer joven sufre un infarto? ¿Por qué un muchacho es asesinado en las calles o en la guerra? ¿Por qué se le niega a un joven la oportunidad de vivir?

"Muy sentida es la muerte cuando el padre queda vivo". (Séneca)


Más de Poldy Bird en:
http://perso.wanadoo.es/suspirosdelalma/cuentospoldybird.htm


*fragmentos de "Cuentos a Verónica", de Poldy Bird.