31 de enero de 2008

Diez días en tierra lejana

"Va quedando lejano
el mundo que existía antes de conocertey va naciendo un nido de palabras y besos,un nido tembloroso de miedo y esperanzadonde a veces me siento retozando entre trinos,y otras veces me asusto,abro los ojos y me quedo quietapensando en este panal de mielque estamos explorando,como un hermoso, hipnotizante laberinto,donde no hay piedritas blancas,ni mágicos hilosque nos enseñen el camino de regreso".Gioconda Belli

Noche tras noche, cuando su reloj daba las veintidós. Sitio de reunión: la sala de chateo. Los seudónimos presentes en la lista de usuarios honraban años de amistad virtual. Allí la charla era amena y la música a su gusto. En ese breve espacio, coincidieron.


“El tiempo nos lanzó de lado a lado

trazos redondos surcando paralelos espacios
coincidimos desafiando las leyes deletreadas
infringiendo barreras quebrantadas al tacto”.*
A él le llamaron la atención sus pocas pero acertadas palabras y a ella la afinidad en gustos. Mientras, sin ellos saberlo, Gioconda se confabulaba con Joan Manuel. La conversación giraba entre poemas y canciones, vivencias paralelas, pensamientos . Luego, tras Oscar descubrir que ella amaba a Serrat casi tanto como él, dejó volar una canción para Lucía, se proclamó “sinceramente tuyo” y le afirmó: “no hago otra cosa que pensar en ti”.

Con el tiempo fueron abandonando la sala y hablaban más en privado. Y de la música pasaron a la poesía, de la poesía a la política, de la política a las luchas, de las luchas a las ideas. Para su sorpresa tenían puntos de vista similares.

“Por sobre todas las cosas,

el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario”. *

Ambos rondaban los sesenta. Sabían de amores y fracasos. Como también que a través de la pantalla afloraba un sentimiento al que no querían aún darle nombre. Necesitaban acompañar sus soledades, acortar la distancia, hacer presente la ausencia .

“…te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo,
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás allí
tan cerca”. *

Y se dio el viaje. Más de treinta años sin subir a un avión. Estaba aterrada. ¿Por qué era de tierra tan lejana? Gracioso que te preguntes eso, Lucía. Si no fuera así , ni siquiera le hubieras hablado. Sin embargo, otras cosas la asustaban más aún: que al verse todo cambiara, se desilusionara uno del otro, no pudieran mantener una conversación normal o ni siquiera se gustaran. No estaba en edad para aventuras; si no las había buscado en su juventud, menos le interesaban ahora. Pero ¿y si es él?. La vida te ofrece una nueva oportunidad. Escribir un epílogo para ese capítulo de tu vida que ya creías cerrado. Sus pasos la dirigieron a la agencia de viajes, y se vio con un pasaje en las manos. Saldría de su isla caribeña en pleno verano para ir a conocer el invierno del otro hemisferio.

“Todo dejé atrás.
No oí lamentos, ni recomendaciones
porque en todo el Universo de mi ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la oscuridad”.*
21 de julio de 2003

Mis nervios me traicionan. Tras una parada en el aeropuerto de Panamá, voy rumbo al de Ezeiza en Buenos Aires. En el avión, pero en primera clase, va Luis Rafael Sánchez, un reconocido escritor de mi país. El miedo me hace pensar lo terrible que puede ser viajar con famosos. ¿Quién se acuerda de los que murieron con Gardel o con Clemente**? Trato de acallar esos pensamientos tétricos. Intento leer. Para hacer más llevaderas las once horas de viaje llevo la novela “El país bajo mi piel” de mi escritora favorita: Gioconda Belli. Leo el epígrafe en la introducción: “La verdadera felicidad no consiste en tener todo cuanto se desea, sino en desear cosas que no se tienen y en luchar por conseguirlas.” De acuerdo. Hacia eso vas. Cálmate.

Sigo leyendo: “Julio Verne y mi abuelo Pancho –que me proveía de libros- fueron los responsables de que desarrollara una imaginación sin trabas y llegara a creer que las realidades imaginarias podían hacerse realidad”. Mi mente empieza a dar tumbos. Todavía me pregunto qué hago yo aquí, qué busco. Sabes la respuesta y te da miedo descubrirla. Has estado muy sola, a pesar de tus tres hijos, a pesar de tu profesión, a pesar de tu estabilidad. Se me llena el corazón de dudas y trato de no aferrarme a ellas. Miro por la ventanilla. Ya no veo nada abajo, ni tierra, ni mar. Volamos sobre las nubes. ¿Qué haces aquí? Deberías estar en casa, en tu calor, con tus pies firmes en tu suelo. Si Dios hubiera querido que volaras, te hubiera dado alas. Procuro convencerme y me repito: Voy en busca de mi realidad imaginaria, de un amor virtual que apareció sin buscarlo.

—Señoras y señores, el capitán ha comenzado su descenso hacia la ciudad de Buenos Aires. La hora local: 20:10.

Guardé el libro. No había pasado de la introducción. Saqué el bolso de maquillaje para retocarme un poco. Cierro los ojos. Suspiro. Y sin pensarlo más, descendí la escalinata del avión con el alma entre las manos y el corazón queriendo salírseme del pecho.

30 de julio de 2003

—…anuncia la salida de su vuelo con destino a San Juan de Puerto Rico. Pasajeros pueden abordar por la salida número 22.

A la una en punto de la tarde comienza a moverse el avión sobre la pista. No te olvides atrasar tu reloj. De regreso a casa; a mi sol, a mi mar, a mis hijos y nietos. Con mi maleta llena de recuerdos. Pero los que más atesoras son los que llevas en tu corazón. Abro la cortina de la ventanilla, doy una última mirada a la ciudad, tomo mi libretita de apuntes y escribo:

Vine a encontrarme con un amor, hoy me voy con dos:
Oscar y su ciudad de aires buenos.
¡Cómo me emocionó ver el Obelisco y encontrarlo desde cada calle del centro! Contemplarlo era la prueba de que llegué, de que estaba aquí, de que no era un sueño.
Fue una delicia pasear abrazados como adolescentes por San Telmo, Recoleta, Puerto Madero, los Bosques de Palermo y la Plaza de Mayo.
Disfruté comerme un choripán
en la Costanera, saborear las facturas (aunque esa palabra me acordara de mis cuentas), los alfajores, el dulce de leche y probar el mate. Que divertido fue tratar de cruzar la 9 de julio sin que cambiara el semáforo u oírlo discutir si River era mejor equipo que Boca, como si de eso dependiera que el mundo continuara girando. Me enamoró el río La Plata, ese mar dulce que llegué a confundir con mi océano por su inmensidad.
Me pareció curioso como Oscar pide todo con un "¿puede ser?" y no deja de decir "no, por favor" cuando le das las gracias, como puede “tener fiaca” pero no desgano, pensar que un “revolú” es un “quilombo” y terminar cada parlamento con un “Mira vos” o un ‘¿comprendés?” Todo dicho con ese acento porteño que me derrite y la seguridad y picardía de que lo sabe. “Tal cual”. Oscar…ay, Oscar...¿dónde estarás ahora?

“Sola yo, amor,y vos quién sabe dónde;

tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te traigo en el tiempo,recorro los caminos,
me río a carcajadas
y somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua”. *
Recuesta su cabeza del espaldar, cierra los ojos, no viaja sola. Trae a Oscar en el tiempo, los dos juntos. Recuerda el primero de esos diez días. Al cruzar la puerta de la aduana temió que sus nervios la traicionaran. Sus ojos lo buscaron entre la gente. Ya él la había divisado. Se acercó sonreído, Lucía temblaba. Él le puso otro abrigo sobre los hombros, sabía que no estaba acostumbrada al frío. ¿Era el clima lo que te estremecía, caribeña? La abrazó con fuerza, y al cruzarse sus miradas, percibió seguridad y ternura sin necesidad de palabras.

“Hablamos un lenguaje de jeroglíficos
y me vas descifrando sin más instrumentos
que la ternura lenta de tus manos,
desenredándome sin esfuerzo,
alisándome como una sábana recién planchada,
mientras yo te voy dando mi universo;
todos los meteoritos y las lunas
que han venido gravitando en la órbita de mis sueños,
mis dedos llenos del deseo de tocar las estrellas
los soles que habitan en mi cuerpo”. *

Lucía toma el bolígrafo y continúa:
Hoy amo esta ciudad porque es la suya, porque bajo su cielo nos miramos, nos reconocimos, nos amamos. Unimos nuestros sueños y realidades, nuestros muchos años, nuestras fantasías, nuestras inseguridades y fracasos, nuestras luchas y experiencias, su sol y mi estrella, nuestras patrias, nuestras vidas. Porque a pesar de habernos encontrado sin buscarnos, entendimos que la espera ha terminado.

“Llueve copiosamente
sobre mi cara
y sólo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza”. *
Guarda la libreta y se coloca los audífonos. Otra vez Serrat: “Tanto tiempo esperándote… fue sin querer… es caprichoso el azar.” Suspira. Volverás. Estos diez días no han sido un paréntesis, sino un empezar. Volverás... A pesar de unas lágrimas que logran escapar, sonríe. Abre su libro. Ahora sí podrá leer a Gioconda. También ella siente un país bajo su piel y en sus oídos “paraules d’amor” . Ya no tiene dudas. Es él.

“Usamos el derecho a la alegría,
a encontrar el amor
en la tierra lejana
y sentirnos dichosos
por haber hallado compañero
y compartir el pan, el dolor y la cama”. ***

Notas:
*Todos los poemas incluidos son fragmentos de la poesía de Gioconda Belli, una de las voces femeninas más destacadas de la literatura nicaragüense y pionera de la poesía revolucionaria. El propósito del ejercicio en “La navaja de Occam” era unir nuestro estilo con el de nuestra escritora favorita. Ver entrada "Redescubriendo a Gioconda Belli" http://siluz.blogspot.com/2007/10/redescubriendo-gioconda-belli-en-uno-de.html

**Carlos Gardel, la leyenda del tango, perdió la vida en un accidente de aviación en Medellín, Colombia el 24 de junio de 1935. Roberto Clemente, destacadísimo jugador puertorriqueño del béisbol de Grandes Ligas, murió el 31 de diciembre de 1972 cuando el avión en que llevaba ayuda a las víctimas del terremoto de Managua, Nicaragua, cayó al mar a pocos minutos del despegue.

***Recordando a Oscar en sus 60.

Elsia L. Cruz Torrruellas
(Siluz)

25 de enero de 2008

Un año escribiendo en voz alta

El 25 de enero de 2007 a las 7:33 de la mañana abrí la puerta de este blog dando la bienvenida a quien quisiera leer lo que escribía en voz alta. Dos horas después publicaba “Iguazú, agua grande”, la primera entrada en ver la luz.
Ha pasado un año; 47 entradas, Más de dos mil visitantes registrados a partir de agosto. Unos firman, otros no. Unos leen, otros no. Unos buscan algo en específico, otros entran por casualidad. Unos se quedan, otros se van. Pero lo importante es que estuvieron aquí, en ocasiones desde países tan distantes como Australia o Japón. Muchas visitas de Puerto Rico, Argentina, México, Estados Unidos y España. Varios lectores fieles. Tres comentaristas que no fallan: Cabita, Xai y Claudia. Muchos amigos, alegrías y satisfacciones. Muchos recuerdos, historias, pensamientos, aficiones, vivencias compartidas.
Ese día abrí la puerta hacia un mundo nuevo. Una de esas puertas que luego se hace imposible cerrar.
Gracias a todos ustedes por acompañarme en el camino.

Siluz

14 de enero de 2008

Reflexiones del Lobo Feroz



Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como una agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,

y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente”.
Los motivos del lobo
Rubén Darío


Me miro al espejo y no lo entiendo. Tengo los ojos muy grandes, es cierto. Y una boca enorme. “Para comerte mejor” comentan que dije. Esa frase ha dañado mi reputación por los siglos de los siglos. Mi nombre se convirtió en sinónimo de peligro y maldad, quizás solo superado por el cuco y las madrastras.

¿Tengo la culpa de que aquel pastor mentiroso gritara “¡Ahí viene el lobo!” por divertirse? Hasta me acusó de haberme tragado el rebaño completo. Tremendo estómago el tuyo, Lobito. Bueno, si me tragué a los seis cabritos, a la Caperucita y a la abuela, todos enteritos, debo tenerlo. ¡Y con tan buenos dientes que poseo como para haberlos hecho trocitos!

Pago pecados ajenos, no hay duda. ¿Por qué Doña Cabra dejó solos a sus siete hijos? Además de irresponsable es una bruja sádica y vengativa. Debe ser casi maga porque tras abrirme la barriga sacó a los seis cabritos, la llenó de piedras, cosió la herida y a todo esto ni me desperté. ¡Tengo más vidas que el coyote en manos del correcaminos! Aunque en cada una me achacan errores de otros. ¿Soy yo culpable si la madre de Caperucita fue tan negligente como para enviar a una niña sola a cruzar el bosque sabiendo que merodeaba un lobo feroz? ¿Por qué no fue ella misma a cuidar de su madre enferma? ¿De quién era el deber? Y además, ¿desde cuándo no iba la Caperucita a visitar a su abuela que fue capaz de confundirla conmigo? Y ¿dónde está su sentido de caridad? Le dije que tenía hambre, hasta me detuve a charlar con ella. ¿Por qué no me ofreció uno de los pasteles que llevaba en la canasta? ¡Si mi intención fuera comérmela, lo hubiera hecho allí mismo!

Esas cosas les pasan por egoístas. ¿Por qué los tres cerditos no vivían juntos en lugar de vivir cada uno por su cuenta? ¿No creen, como nosotros, en la cooperación y el compañerismo? Yo no permitiría que mi hermano viviera en una casa de paja cuando yo tengo una de ladrillo, por muy vago que éste fuera. En lugar de soplar, debí haber tumbado las puertas de una patada. Fuiste un tonto, Lobito. No viste el humo que salía por la chimenea y por poco te hacen sopa.

Esos dos hermanos contaron puras mentiras a todos los niños, tantas que no sé como pueden dormir después de oír historias tan aterradoras. Flautistas que secuestran chiquillos, niños abandonados por sus padres a su suerte, hechizos, engaños, hermanastras envidiosas, animales maltratados, monstruos, brujas que engordan a los chicos para comérselos. Después de escuchar todo eso, ¿quién le teme al Lobo feroz? Puedo ser insensible, pero no mato por diversión. Puedo ser despiadado pero no abandono a mis crías. Puedo ser cruel pero no provoco el sufrimiento de mis iguales. Puedo ser temible pero defiendo mi manada y nos mantenemos juntos ante el peligro. Puedo ser inconsciente pero no destrozo la tierra donde vivo.
Y son estos seres, los llamados humanos, los que se atreven a cantarle a sus hijos: “La loba, la loba, vendrá por ahí... si es que este niño no quiere dormir...” No, no puedo entenderlo
.
Siluz

9 de enero de 2008

Al recibir el nuevo año

2008. Octavo año de este nuevo siglo. Año olímpico y eleccionario. Año de promesas, cambios y soluciones. Hora de salvar al planeta, de traer paz y justicia, de erradicar el hambre y la corrupción, de traer la felicidad a esta vida y no a esperarla en la próxima..
Termina un año y empieza otro, hacemos muchas resoluciones. Ya en diciembre podremos mirar atrás y ver qué cumplimos, qué logramos, en qué nos sorprendió el año, que pasó que no esperábamos, qué esperábamos que no pasó.
¡Tantos proyectos comenzados! Un Manual para maestros de teatro me reclama que lo saque del olvido. Las primeras escenas de una obra de teatro piden un desarrollo. La tercera parte de una trilogía de cuentos mitológicos ha quedado en el tintero.
¡Tantas esperanzas y sueños! Ver contentos a mis hijos y saber que toman las decisiones correctas. Que mis nietos crezcan saludables y mi tía vuelva a caminar. Una plaza para Maritza, un diploma para Noel y la visita de Juan, Ale y Mía a Puerto Rico para compartir con familiares y amigos.
¡Tantas metas personales! Salud y entusiasmo para cumplirlas. Un reencuentro de Tallerines, una actividad de Navajeros. Otra antología. Alguna mención en un certamen. Volver a hacer teatro. Regresar a Buenos Aires.

Continuar “escribiendo en voz alta” y confiar que las musas no se vayan de vacaciones, ni siquiera con el Nano.