Con las
presuntas profecías mayas, la proximidad de mi cuarto quinceañero y la llegada
de un nuevo año, respiro renovación. He
recorrido un camino de transformaciones: de maestra de escuela a feliz
jubilada, de madre de jóvenes adultos a consentidora abuela; cambios reflejados
en mi físico, mi talla, mis necesidades, mis costumbres y rutina. Esta realidad me hizo chocar con la impostergable
tarea que, por dejadez, estaba evitando.
Sí, sin remedio, ¡tenía que limpiar mi closet!
Parada
frente a las puertas abiertas me pregunté: ¿Cómo es posible que haya dejado
acumular tanta cosa que no uso ni necesito? Como maestra de teatro, sabía que toda pieza pasada
de moda, podía servir en una obra, ya sea como vestuario o utilería. Y que cualquier cosa, guardada por años, iba
a ser necesitada el día después que lo botara. Pero estaba decidida a tomarme
el riesgo. Lo sorprendente es que con
cada pieza sacada del clóset, salían también recuerdos perdidos, la nostalgia
de momentos idos y aquella frase, cierta o no, que decía mi abuela: “todo
tiempo pasado fue mejor”.
Allí
estaba el traje que usé para la boda de mi hijo. Un traje sencillo, sobrio, tal
como fue la recepción en la casa de la novia, en Argentina. Qué nervios ¡yo era
la madre del novio! Era el menor y el primero que se casaba. Como invitados especiales teníamos a los
periodistas del diario Primera Hora
que habían convertido a Juan Noel en un “Boricua en la luna”. Para entonces, él
y Ale estudiaban en la Escuela de Teatro de San Miguel, donde se conocieron. Quién me hubiera dicho que, seis años
después, regresarían a casa bendiciéndome con dos nuevos nietos. Junto al
traje, toda esa “ropa de invierno” que, por razones obvias, me sobra en la isla. Los abrigos sí los conservé, por si algún
día, mi Buenos Aires querido, “yo te vuelva a ver”.
a ese traje lo siguen una camisa violeta y dos en blanco
y negro. Las compré para el velorio y entierro de mi titi. A su lado, el
vestido que usé para asistir a una obra de teatro, culminación de un taller,
que me dedicaban esa misma semana. Recuerdo ese domingo; al despedirme de Titi,
me di cuenta que no le había dicho sobre el homenaje, pero me fui pensando: “se
lo cuento el próximo domingo”. No hubo
otro. Se me fue el viernes, calladita,
tranquila. Ni siquiera sé si escuchó, desde el lecho, nuestro adiós.
Un
sentimiento muy distinto me evoca una camisa de líneas rosas y blancas. Con
ella me retraté, frente a “aguas grandes”, en uno de los paisajes más hermosos de este
planeta. Mis vivencias no se van al
cesto con ella. Sí se van un montón de pantalones
y blusas, los cuales tuve la esperanza de un día volverme a poner y ahora
tengo la certeza de que nunca lo
haré.
Añado
otro conjunto; lo usé para el rencuentro de mi clase graduada. No sospechaban nuestros diecisiete años, al despedirnos en los “70”, que cada uno
tomaría rumbos no imaginados y que la mayoría de nosotros, juntos desde los
años primarios, no volveríamos a vernos hasta cuarenta años después.
Y
así seguía sacando piezas del fondo, muy al fondo: la ropa escogida para conocer a un amigo
virtual a quien quería dar una buena impresión, la sudadera heredada de mi
madre con el logo de nuestro equipo de béisbol y que había que usar para ganar,
la camiseta comprada como souvenir de ese rinconcito que visitamos y tanto nos
emocionó, el ajuar usado para lucir especial en una noche especial con esa
persona más especial aún, y aquella otra
pieza que jamás volví a tocar pues era la imagen de la decepción y la
rabia.
Todo
el pasado encerrado en un clóset, reflejado en los artículos guardados y
olvidados. Lleno, como también se nos
llena el alma de tiempos pasados sin dejar lugar para los que vendrán. Es Navidad. Época de renovación. En lo espiritual y en lo físico. Es el momento para deshacernos de todo lo que nos moleste, nos atrase, nos amarre. ¡Fuera rencores, frustraciones, desengaños, fracasos! Aún hay tiempo para soñar, planear, ilusionarse, fijarse metas. Sí, ¡es Navidad! Final y comienzo. Otra oportunidad para empezar a acumular nuevos y mejores tiempos. Les hago espacio. ¡Viene el mañana! Salgo a recibirlo.
Como
una participación especial en la Navidad, un grupo de blogueras participamos en
un intercambio de escritos. Las parejas de blogs fueron escogidas al azar y así
“La Opinión de Milly” y “Escribiendo en voz alta” formó uno de ellas. Aquí el escrito de la amiga Milly,
reflexionando sobre el significado de la Navidad, mientras en su blog, aparece,
como invitada, mi entrada.
La
navidad es mi época preferida del año. Celebrar el nacimiento de Jesús con adornos, regalos, cenas navideñas y fiestas,
me ha apasionado desde niña. El día de
acción de gracias comienzo a sacar los adornos para decorar mi hogar y encender
el tan esperado arbolito. En navidad
viajamos, en navidad cumplo aniversario de bodas con mí amado, en navidad me
disfruto las parrandas y el suculento menú navideño Boricua. ..
Esta
navidad ha cambiado mi vida. Hace dos semanas perdí un ser querido y la
distancia no me permitió asistir a su velatorio. El día del entierro, mi esposo
se enfermó y desde hace una semana paso mis días en un hospital. La muerte
rondó por mi hogar y si no llegábamos a tiempo al hospital para cuidado
inmediato nuestra historia sería otra. He continuado mis días con mucha
fortaleza y con un sabor navideño un tanto agridulce. Los acontecimientos de
las pasadas semanas han cambiado mi vida. Muchas veces tenemos que vivir
momentos difíciles para despertar del viaje de compromisos que nos vamos sin
pensar ni meditar en lo que acontece a nuestro alrededor. El tren de vida que
vivimos nos ha llevado a alejarnos de la familia, olvidar la tradición de cenar
en familia, orar, meditar o rezar antes de dormir… En estas últimas semanas he
hablado con familiares con los cuales no me comunicaba hace años. He dejado el escritorio desorganizado a la
hora de salir al encuentro con mis familiares, dándole más importancia a quien
la tiene y la merece. He orado con mi hija en las noches y le he inventado
cuentos de princesas…En fin, he puesto todo mi amor en quienes lo merecen, por
si no hay mañana.
Es
navidad, momento de reflexionar, de compartir en familia, de besos, abrazos…
Puerto Rico está atravesando una de sus peores crisis de valores. Mi invitación
es a celebrar en familia, a regalar amor, a BAJAR LAS ARMAS… Que cese el fuego
en nuestra Isla. Si los grandes países llegan a acuerdos de paz, los
puertorriqueños podemos lograrlo. Basta ya del miedo a la criminalidad, basta
ya de vivir encerrados a causa de la maldad de los hombres. ¡Navidad es Amor!
(La
autora mantiene un blog de opinión de productos, acontecimientos y lugares de
interés. Acceda a su blog mediante el siguiente enlace: La Opinión de Milly
)
Tanto movimiento alrededor
me asusta. Hoy es el día, sin duda. Han hablado de esto por meses. Antes eran
meros cuchicheos, rumores, luego se supo con certeza. “El terreno tiene más valor
que los apartamentos”.“Es una excelente
localización para un hotel”. “Los turistas siempre buscan el mar”.Así llegaron ellos, con cascos como guerreros:
marcaron viejos planos, hicieron marcas en mis paredes,dieron instrucciones, desalojaron a los
vecinos y forraron mi base de explosivos.
Ya no queda nadie. Los del apartamento 2 fueron los primeros en irse. Supongo
que no quisieron verme caer, sobre todo por los niños. Sería un espectáculo muy
fuerte para ellos. Era tan lindo sentirlos regresar del mar, salpicando de sus
bocas risas y sal. Revivía, con ellos, aquellos años en los que yo era una sola
y en mi terraza tropezaban juguetes e ilusiones.
Después se fue la pareja de ancianos que vivían en el número 4. Si no entendí mal, los mudaban a un “hogar de
abuelos”, quizás tratando de evitar su verdadero nombre. Salieron despacio, no
con la ilusión de una nueva morada, sino con la resignación de quien va a la
última. Creo que fueron los inquilinos que más tiempo duraron aquí; claro, después
de mi gran familia. Esa sí que no podré olvidarla. Ya va tanto tiempo de eso. Entonces me pensaba una casona antigua y respetable, sin saber
que otros me consideraban un caserón destartalado. Esos años, en que los dueños
reunían a hijos y nietos en sus vacaciones, fue mi época de gloria, la que más
disfruté y donde me sentí más útil y amada. Pero a la hora de venderme y
convertirme en casitas de juguete, no
respetaron el recuerdo de los viejos ni
la angustia de Marcela. Ella siempre
estuvo, envejeció conmigo, y se había quedado tan sola. La última vez que la vi
estaba tan ida, tan distinta, tan lejana. Aun así, estoy segura que era
ella. Quiso utilizar su llave, como
antes, pero ya no funcionó. Marcela
sabía que aquí estaba yo. Y yo sabía que era ella. Nadie lo entendió.
¿A dónde habrán ido los del 3? Era una pareja joven, dos mujeres. Fue
tanta la angustia al tener que abandonarme, que ni se despidieron de mí. Todas
las noches daban la vuelta por el mar, y al cruzar la puerta de entrada al
vestíbulo, me saludaban. “Qué bueno estar en casa”, decían. “No sabes cuánta
paz nos dan tus paredes”. Eran las únicas que parecían percatarse de mi
existencia. Ojalá puedan encontrar otro refugio como el que encontraron en mí.
¿Qué será del inquilino del 1? Un
hombre solo, ya mayor. Nunca lo visitó nadie, ni lo vi salir más allá de la
playa. Se sentaba a escribir, horas y horas, caminaba un rato, y volvía a
escribir. Antes de irse, guardó sus papeles en una cajita que escondió entre
mis muros. Se marchó solo, sin maletas,
sin nada. Temo que, al igual que sus memorias, muera conmigo.
El constante movimiento ha cesado. Ahora hay un silencio cómplice que me
grita adiós. Es el principio del fin.
Empieza el conteo regresivo. 10, 9, 8…
Segundos después, ruinas, cenizas, polvo, humo. Y una increíble vista
abierta al mar, mi mar.
Siluz
(basado en el cuento de Pilar Galindo, Historia de una casa)
Cada fotografía es un instante rescatado al olvido. Cada palabra escrita un pensamiento atrapado en el tiempo. Unamos ambos, y hacemos eternidad. Las fotos son mías, a excepción de la cuarta en la que aparezco, que la tomó mi hija. Las primeras cuatro son del Mar Caribe, al sur de la isla (Patillas), las siguientes del Atlántico al norte (Piñones y Arecibo), la Cordillera Central, la Laguna Tortuguero (Vega Baja), el Centro Ceremonial Caguana (Utuado), el Viejo San Juan, ríos de San Sebastián y Sabana Grande y la costa de Guánica. La última es la Ceiba de la Libertad, sembrada en el 1897 al final de la calle Esperanza en San Germán. Las frases, prestadas. Siempre alguien que dice lo que pensamos, con las palabras que nosotros no encontramos, en alguna canción, en algún escrito. Después de todo, no somos tan distintos los seres humanos.
"Antes del tiempo que pasé en el seno de mí
madre,
¿No habré estado en otra parte y sido otra persona?”
(Confesiones de san Agustín)
El miedo, como la energía, no se
pierde, solo se transforma.
Cuando niña, lloraba, pensando
que un terremoto no nos iba a dejar recibir el nuevo día. Nunca sentí uno, quizás
vi noticias de desastres en otros países. O escenas tan impresionantes que me
afectaron. Lo cierto es que temía que la
casa temblara y techo y paredes cayeran sobre
nosotros. La idea de despertar bajo escombros o atrapada entre muros y columnas
no me dejaba dormir.
Lo mismo me ocurría con algunos
animales. En ocasiones, ni osaba salir al patio pues creía que una pantera
merodeaba entre los árboles. Sentía su hermosura
diabólica hipnotizante, el sonido de patas sigilosas entre las ramas, los ojos
fijos en cada uno de mis movimientos.
Otras veces, me asaltaba el terror
en la playa. A pesar de mi admiración por el mar, no podía olvidar que un poco más allá acechaban
tiburones. No tuve ilusión por viajar en avión, mucho menos
en barco. Siempre me persiguió la imagen
de una madre protegiendo a su niña, abrazadas en el mar abierto, a la espera de
la ayuda que nunca llegó. Escena que
alguien me contó, supongo, y que ya no pude borrar de mi mente.
Ahora, ya adulta, me angustia
esta expectativa. Sé que llegará el día
fatal, se manifestará de alguna manera: el día del diagnóstico, del accidente, del
infortunio, de la desgracia. El principio del fin, el fin sin principio.
Mientras tanto... soy… tratando
de olvidar sucesos que no he vivido, memorias que no son mías, temores
abandonados entre espacios perdidos en los tiempos.
Suena el teléfono. Mira el reloj…
las cuatro de la mañana. ¿A quién se le
puede ocurrir llamar a esta hora? Despertar
y volverse un manojo de nervios fue la misma cosa. Supo que había llegado el día.
Al contestar, cayeron sobre ella
todas las tragedias guardadas por siglos de lágrimas sin consuelo. Gritó, sin
saber por qué, esperando lo peor. Pero nadie habló.
Sintió el dolor insoportable en
el pecho, las heridas de las garras, el sabor de la sangre, la impotencia ante
lo inevitable, la presión de sentirse atrapada, sin salida, en medio de la
inmensidad del mar.
Y miedo, mucho miedo…pues se hundía
en un viaje sin regreso del cual ya no podría partir.
Vega Baja es rica en recursos naturales y posee seis de los principales ecosistemas de la isla de Puerto Rico: mangles, arrecifes, bosques, cuevas, humedales y estuarios. El 40.2% del territorio vegabajeño ha sido declarado reserva natural. Y es aquí donde vivo, mi "patria chica", mi rinconcito en este planeta que nos sirve de hogar.
Cuando oía decir a mis compadres que la Laguna Tortuguero era el patio de su casa no pensé que, literalmente, era así. Había visitado muchas veces la laguna, pero en auto, usando las entradas a lo largo de la carretera. Pero ir a pie, desde su casa y encontrar al final del camino, esta maravilla, fue una experiencia inolvidable.
Cuántas veces viajamos a otros puntos de la isla para conocer nuestros lagos: el Lago dos Bocas, el Caonillas, el de Guajataca, el de Patillas, y nos olvidamos de esta hermosa laguna, entre Vega Baja y Manatí. Debemos recalcar que la mayoría de nuestros lagos son embalses o represas, construidos artificialmente para almacenar agua para consumo doméstico, industrial u otras necesidades. Nuestra laguna, en cambio, es una reserva natural, hermosa y de un enorme valor ecológico.
El libro Vega Baja, su historia y su cultura, nos dice: "La laguna Tortuguero se considera una de las principales fuentes de agua dulce
en Puerto Rico y la región del Caribe. Su formación geológica se debe al
descargue de las aguas subterráneas del acuífero conocido como Aymamón, a
través de las capas rocosas compuestas por estratos de calizas". La laguna es la única laguna natural de Puerto Rico. Sus fuentes principales de agua son el agua subterránea de los acuíferos y el agua que corre por descargas fluviales durante las lluvias. Hay cientos de manantiales distribuidos por el fondo de la laguna y un canal que la conecta con el mar
Los ríos Cibuco e Indio surcan las tierras de Vega Baja. El primero nace en las montañas de Corozal y el segundo en las de Morovis. Dentro de la zona del karso, por donde discurre el Río Indio, encontramos flora y fauna endémica, especies en peligro de extinción, manantiales, quebradas tributarias como la Quebrada la Hicotea, bosques secundarios, árboles centenarios endémicos, cuatro cuevas diferentes, yacimientos arqueológicos y petroglifos indígenas, entre ellos, el Yacimiento Paso del Indio, uno de los más importantes de todo Puerto Rico. En algunas partes, el río se sumerge en áreas de topografía cárstica caracterizada por sumideros y cavernas aflorando en los humedales costeros de Vega Baja. El Río Indio es el mayor afluente del Río Cibuco.
El río Cibuco tiene una longitud aproximada de 22 milas (35.13 kilómetros) desde que nace hasta que desemboca en nuestra Mar Bella. Así se le conoce a la playa de Vega Baja o de Puerto Nuevo, una de las más hermosas de la isla, famosa por la enorme roca que sirve como rompeolas natural y que la hace tan especial. Tiene además, una poza, segura para los niños. La vista, desde lo alto de la roca, del mar abierto, es impresionante.
Cuido a mi nieto Nahuel
desde que nació.Su mamá es maestra y
aunque ha tenido etapas de desempleo (odiosa Ley 7), ha estado conmigo siempre
que tiene trabajo. El año pasado, a pesar de que no lo hicimos con
planificación, Nahuel aprendió a leer y escribir. No fue intencional, sino solo
una respuesta a sus propias preguntas e intereses. “Tengo la cabeza llena de
preguntas”, nos decía. Llamaron su atención los distintos sonidos y pronto
captó la idea de cómo se escribían. Nos
pedía que le compráramos letras, las quería de todos colores y formas.
Empezó a
organizarlas en palabras y nació en él la curiosidad de por qué unas palabras
se escribían con s o con z, con c o con k o con b “de barriguita” o v.Quería expresarse en papel, y la mejor forma
que encontraba era dibujando.
Siente una atracción especial por los planetas,
la luna y las estrellas.Igual lo atraen las banderas de los diferentes
países, los mapas, las ciudades. Pues
leemos mapas y dibujamos figuras geométricas, armamos el sistema solar y
construimos banderas. Nos divertimos aprendiendo.
Nahuel tiene 5 años
cumplidos. Llegó el momento de apuntarlo en kínder. ¿Llevarlo al kínder era
darle una herramienta para su desarrollo o frenar sus ansias de aprender?
Visitamos varias escuelas y entre todas, pensamos que había una que cumplía con
nuestras expectativas. Pero surgió un problema, Nahuel es varón y tiene el pelo
largo. Y no lo aceptaron. Una escuela moderna con ideas arcaicas. ¿O será que
el pelo no afecta el intelecto de las niñas pero embrutece a los varones?
Nahuel es feliz en casa, ¿por qué no convertirla en su escuela? ¿No es
eso lo que hemos estado haciendo hasta ahora? ¿No aprendían antes los niños
todo lo que sabían de sus padres? ¿No es
lo ideal que el niño tenga una atención individualizada, donde podamos guiarlo
en su desarrollo, con la suficiente libertad para disfrutar del proceso de
aprender? Educar en casa es un proyecto
familiar: llevar al niño a seguir aprendiendo a su propio ritmo, sin temor al
fracaso, sin ansiedad, sin fragmentar su conocimiento, con un horario flexible
y con el derecho a hacer cambios en la marcha.
Es nuestra meta este año, lograr una verdadera educación, sin límites ni
barreras, sin paredes ni tiempo, integrada y comprometida. Así nos ayude Dios...
En estos días, a través de facebook, recibí de una querida amiga esta imagen con
la cita de Séneca: "Nadie ama a su patria porque es grande, sino porque es
suya". Y sé que es cierto, no la amamos
por su extensión territorial, ni por sus logros, ni por sus atributos
naturales, ni por su clima, sino por ser nuestra.
Entonces, quiere decir que no hay elección, ¿amamos la patria porque fue
la que nos tocó? ¿Cuál es en realidad
nuestra patria?
Son muchas las definiciones que se han dado de la
palabra “patria”. Quizás es, junto a
Dios y amor, una de las voces más difíciles de explicar, pues es mucho más
que un concepto. Implica pasado y futuro, raíces y destino, cultura y
tradiciones, sentimientos, creencias e ideología. Decir que se refiere al “sitio donde se nace”
es muy limitante, pues la patria, más que separarnos por fronteras, debe unirnos como humanidad.
Nadie mejor que un poeta para tratar de expresar
el verdadero sentido de la patria. El
español Ventura Ruiz Aguilera decía: “La
Patria se siente, no tiene palabras, que claro la expliquen las lenguas humanas”.
Tal vez sea Julia Prilutzky Farny, ucraniana nacionalizada argentina, quien
define, de la forma más sencilla y certera, el significado de patria.
Se nace en cualquier parte.
Es el misterio - es el primer misterio inapelable-,
pero se ama una tierra como propia
y se quiere volver a sus entrañas.
Allí donde partir es imposible,
donde permanecer es necesario,
donde el barro es más fuerte
que el deseo de seguir caminando,
donde las manos caen bruscamente
y estar arrodillado es el descanso,
donde se mira al cielo con soberbia
desesperada y áspera,
donde nunca se está del todo solo,
donde cualquier umbral es la morada.
Donde se quiere arar. Y dar un hijo.
Y se quiere morir, está la Patria.
Algunos, como recurso, prefirieron analizar lo que no es la patria para
llegar a lo que sí es. El argentino
Leopoldo Marechal, en su poema Descubrimiento de la patria afirmaba
que:
La Patria no ha de ser para nosotros
una madre de pechos reventones;
ni tampoco una hermana paralela en el tiempo
de la flor y la fruta;
ni siquiera una novia que nos pide la sangre
de un clavel o una herida…
La
Patria no ha de ser para nosotros
nada más que una hija y un miedo inevitable,
es un dolor que se lleva en el costado
sin palabra ni grito.
El mejor ejemplo de esto es el poema ¿Qué es la patria?… preguntaste del
paraguayo Chester Swann.
¿Qué es la patria? preguntaste
con candorosa inocencia
-Hijo mío, no es la patria
himno, escudo ni bandera
Tampoco patria es un mapa
O un pedazo del planeta
La patria es algo sin nombre
que se lleva dondequiera.
Patria no son uniformes
de una horda de soldados.
Tampoco son las fronteras
con que nos tienen rodeados.
No es la patria, hijo mío
ésa gigantesca hacienda
de adiposos estancieros
engordados con prebendas.
Tampoco es patria, esa historia
que nos mienten en la escuela.
Ni esos decretos firmados
por brutos analfabestias
¿Y qué es la patria entonces?
has insistido, hijo amado.
Espera que te lo aclare
en un romance cuadrado.
Patria no es esa estancia
gerenciada por tiranos.
Tampoco es un pasaporte
que se vende por centavos.
Tampoco es esa bandera
que nos guía a la batalla
para matar a tu hermano
por orden de los canallas.
La patria es justicia, es paz.
Es el lugar donde habito
es una tierra sin mal
aunque gobierne un maldito
Es el límite impreciso
entre tú y los demás.
Y sobre todas las cosas,
conciencia de libertad.
La patria no tiene dueño
Ni es propiedad privada
Es de todos y es de nadie
Como el aire y como el agua.
No es carroña de gerentes
ni cuartel de pistoleros
donde cobardes con armas
someten a los más buenos.
No es la presa de rapiña
de políticos protervos
Ni es el cofre sin fondo
de los bancos extranjeros.
La patria es algo inherente
que llevamos allí dentro
y respira con nosotros
aquí o en el mundo entero.
Patria es rosa sin espinas
y jardín frágil y bello
Es cristal del agua clara
Y tierna como hembra en celo
Es suspiro de azahares
por las estrellas del cielo
Es órbita interminable
que viaja en el firmamento.
La patria, hijo mío, es todo
el mundo que nos alberga
Compatriotas nuestros son
Los hermanos de la Tierra.
La patria es el ancho orbe
La redondez del planeta
Con todos los animales
Y plantas que nos alientan.
La patria es madre amorosa
Es carne, piel y madera
Es rescoldo sempiterno
de pretéritas hogueras.
Es verde de los paisajes
Es azul claro del cielo
Es agua clara del río
Y poncho de los arrieros.
Tal vez por ahora estemos
tan cortos de entendimiento
y busquemos separarnos
cercando nuestros linderos.
Pero vendrán otros tiempos
De honda solidaridad
En que nuestra patria sea
La Tierra… y la humanidad.
Igual pensaba el poeta cubano José Martí cuando decía “Patria es
humanidad”, cita que usó como epígrafe Mario Benedetti en su poema:
La manzana es un manzano
y el manzano es un vitral,
el vitral es un ensueño
y el ensueño un ojalá,
ojalá siembra futuro
y el futuro es un imán,
el imán es una patria,
patria es humanidad
El dolor es un ensayo
de la muerte que vendrá
y la muerte es el motivo
de nacer y continuar,
y nacer es un atajo
que conduce hasta el azar,
los azares son mi patria,
patria es humanidad
Mi memoria son tus ojos
y tus ojos son mi paz,
mi paz es la de los otros
y no sé si la querrán,
esos otros y nosotros
y los otros muchos más,
todos somos una patria,
patria es humanidad.
Una mesa es una casa
y la casa un ventanal,
las ventanas tienen nubes
pero sólo en el cristal
el cristal empaña el cielo
cuando el cielo es de verdad,
la verdad es una patria,
patria es humanidad
Yo con mis manos de hueso,
vos con tu vientre de pan,
yo con mi germen de gloria,
vos con tu tierra feraz,
vos con tus pechos boreales,
yo con mi caricia austral,
inventamos una patria,
patria es humanidad.
Jorge Luis Borges decía: “Nadie es la patria, ni siquiera los
símbolos... ni siquiera el tiempo… Nadie es la patria, pero todos lo somos”y Benedetti reafirmaba que “Quizá
mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros; quizá mi única
noción de patria sea este regreso al propio
desconcierto”.
Y será este desconcierto, el que nos haga preguntarnos unos a otros cuál
es mi patria. Para José Martí: “Nuestra patria es una, empieza en el Río
Grande, y va a parar en los montes fangosos de la Patagonia”. Si
pensamos que la República del Río Grande existió en Norteamérica entre las
fronteras de la República de Texas y la República Mexicana y que la Patagonia
es la punta más remota de la América del Sur, podemos deducir que a pesar de que
nos separen las banderas, nos une la historia y la cultura.
Entonces, ¿reconoceremos
nuestra patria? Según el dominicano Pedro Mir: