27 de diciembre de 2012

Un clóset de recuerdos

Con las presuntas profecías mayas, la proximidad de mi cuarto quinceañero y la llegada de un nuevo año, respiro renovación.  He recorrido un camino de transformaciones: de maestra de escuela a feliz jubilada, de madre de jóvenes adultos a consentidora abuela; cambios reflejados en mi físico, mi talla, mis necesidades, mis costumbres y rutina.  Esta realidad me hizo chocar con la impostergable tarea que, por dejadez, estaba evitando.  Sí, sin remedio, ¡tenía que limpiar mi closet!
Parada frente a las puertas abiertas me pregunté: ¿Cómo es posible que haya dejado acumular tanta cosa que no uso ni necesito?  Como maestra de teatro, sabía que toda pieza pasada de moda, podía servir en una obra, ya sea como vestuario o utilería.  Y que cualquier cosa, guardada por años, iba a ser necesitada el día después que lo botara. Pero estaba decidida a tomarme el riesgo.   Lo sorprendente es que con cada pieza sacada del clóset, salían también recuerdos perdidos, la nostalgia de momentos idos y aquella frase, cierta o no, que decía mi abuela: “todo tiempo pasado fue mejor”.
Allí estaba el traje que usé para la boda de mi hijo. Un traje sencillo, sobrio, tal como fue la recepción en la casa de la novia, en Argentina. Qué nervios ¡yo era la madre del novio! Era el menor y el primero que se casaba.   Como invitados especiales teníamos a los periodistas del diario Primera Hora que habían convertido a Juan Noel en un “Boricua en la luna”. Para entonces, él y Ale estudiaban en la Escuela de Teatro de San Miguel, donde se conocieron.  Quién me hubiera dicho que, seis años después, regresarían a casa bendiciéndome con dos nuevos nietos. Junto al traje, toda esa “ropa de invierno” que, por razones obvias, me sobra en la isla.  Los abrigos sí los conservé, por si algún día, mi Buenos Aires querido, “yo te vuelva a ver”.
        a ese traje lo siguen una camisa violeta y dos en blanco y negro. Las compré para el velorio y entierro de mi titi. A su lado, el vestido que usé para asistir a una obra de teatro, culminación de un taller, que me dedicaban esa misma semana. Recuerdo ese domingo; al despedirme de Titi, me di cuenta que no le había dicho sobre el homenaje, pero me fui pensando: “se lo cuento el próximo domingo”.  No hubo otro.  Se me fue el viernes, calladita, tranquila. Ni siquiera sé si escuchó, desde el lecho, nuestro adiós.
Un sentimiento muy distinto me evoca una camisa de líneas rosas y blancas. Con ella me retraté, frente a “aguas grandes”,  en uno de los paisajes más hermosos de este planeta.  Mis vivencias no se van al cesto con ella.  Sí se van un montón de pantalones y blusas, los cuales tuve la esperanza de un día volverme a poner y ahora tengo  la certeza de que nunca lo haré. 
Añado otro conjunto; lo usé para el rencuentro de mi clase graduada.  No sospechaban nuestros diecisiete años,  al despedirnos en los “70”, que cada uno tomaría rumbos no imaginados y que la mayoría de nosotros, juntos desde los años primarios, no volveríamos a vernos hasta cuarenta años después.
Y así seguía sacando piezas del fondo, muy al fondo:  la ropa escogida para conocer a un amigo virtual a quien quería dar una buena impresión, la sudadera heredada de mi madre con el logo de nuestro equipo de béisbol y que había que usar para ganar, la camiseta comprada como souvenir de ese rinconcito que visitamos y tanto nos emocionó, el ajuar usado para lucir especial en una noche especial con esa persona más especial aún,  y aquella otra pieza que jamás volví a tocar pues era la imagen de la decepción y la rabia. 
Todo el pasado encerrado en un clóset, reflejado en los artículos guardados y olvidados. Lleno, como también  se nos llena el alma de tiempos pasados sin dejar lugar para los que vendrán. 
Es Navidad. Época de renovación.  En lo espiritual y en lo físico.  Es el momento para deshacernos de todo lo que nos moleste, nos atrase, nos amarre.  ¡Fuera rencores, frustraciones, desengaños, fracasos! Aún hay tiempo para soñar, planear, ilusionarse, fijarse metas. Sí, ¡es Navidad! Final y comienzo.  Otra oportunidad para empezar a acumular nuevos  y mejores tiempos.  Les hago espacio. ¡Viene el mañana! Salgo a recibirlo.

16 de diciembre de 2012

Navidad es amor


Como una participación especial en la Navidad, un grupo de blogueras participamos en un intercambio de escritos. Las parejas de blogs fueron escogidas al azar y así “La Opinión de Milly” y “Escribiendo en voz alta” formó uno de ellas.  Aquí el escrito de la amiga Milly, reflexionando sobre el significado de la Navidad, mientras en su blog, aparece, como invitada, mi entrada. 


La navidad es mi época preferida del año. Celebrar el nacimiento de Jesús con  adornos, regalos, cenas navideñas y fiestas, me ha apasionado desde niña.  El día de acción de gracias comienzo a sacar los adornos para decorar mi hogar y encender el tan esperado arbolito.  En navidad viajamos, en navidad cumplo aniversario de bodas con mí amado, en navidad me disfruto las parrandas y el suculento menú navideño Boricua. ..
Esta navidad ha cambiado mi vida. Hace dos semanas perdí un ser querido y la distancia no me permitió asistir a su velatorio. El día del entierro, mi esposo se enfermó y desde hace una semana paso mis días en un hospital. La muerte rondó por mi hogar y si no llegábamos a tiempo al hospital para cuidado inmediato nuestra historia sería otra. He continuado mis días con mucha fortaleza y con un sabor navideño un tanto agridulce. Los acontecimientos de las pasadas semanas han cambiado mi vida. Muchas veces tenemos que vivir momentos difíciles para despertar del viaje de compromisos que nos vamos sin pensar ni meditar en lo que acontece a nuestro alrededor. El tren de vida que vivimos nos ha llevado a alejarnos de la familia, olvidar la tradición de cenar en familia, orar, meditar o rezar antes de dormir… En estas últimas semanas he hablado con familiares con los cuales no me comunicaba hace años.  He dejado el escritorio desorganizado a la hora de salir al encuentro con mis familiares, dándole más importancia a quien la tiene y la merece. He orado con mi hija en las noches y le he inventado cuentos de princesas…En fin, he puesto todo mi amor en quienes lo merecen, por si no hay mañana.
Es navidad, momento de reflexionar, de compartir en familia, de besos, abrazos… Puerto Rico está atravesando una de sus peores crisis de valores. Mi invitación es a celebrar en familia, a regalar amor, a BAJAR LAS ARMAS… Que cese el fuego en nuestra Isla. Si los grandes países llegan a acuerdos de paz, los puertorriqueños podemos lograrlo. Basta ya del miedo a la criminalidad, basta ya de vivir encerrados a causa de la maldad de los hombres. ¡Navidad es Amor!

(La autora mantiene un blog de opinión de productos, acontecimientos y lugares de interés. Acceda a su blog mediante el siguiente enlace: La Opinión de Milly )