17 de mayo de 2015

Tres capullos

De una espiga que me regaló Wilca, mi ahijada, surgieron tres capullos. Los retraté día a día hasta verlos convertidos en flores. 
Somos cuidadores de los capullos que nos da la vida, responsables de regarlos, abonarlos, ofrecerles las condiciones propicias para su crecimiento y desarrollo.   Que nadie corte sus pétalos ni les borre su color. Que nadie les robe sus risas ni sus ilusiones.
Tal como canta Marc Anthony: 



Aquella flor de pétalos dormidos,
A la que cuido hoy con todo el alma.
Recuperó el color que había perdido,
Porque encontró un cuidador que la regara.

Le fui poniendo un poquito de amor,
La fui abrigando en mi alma,
Y en el invierno le daba calor,
Para que no se dañara.

De aquella flor hoy el dueño soy yo,
Y he prometido cuidarla.
Para que nadie le robe el color,
Para que nunca se vaya. 





Pero nuestros hijos se irán.   Como dice Serrat: 

Nada ni nadie puede impedir que sufran, 
que las agujas avancen en el reloj, 
que decidan por ellos, que se equivoquen, 
que crezcan y que un día nos digan adiós.



Nuestra misión estará cumplida.  Le dimos calor para que no se dañaran... Ahora, ¡a volar!