“Otros pueblos
tienen santos,
los griegos tienen
sabios.”
F. Nietzsche
Astiages ascendió al Monte Parnaso por la Vía Sacra. Era requisito purificarse en alguno de los
manantiales que brotan de las rocas.
Leyó la inscripción sobre la fuente de Castalia: “Al buen peregrino le basta una gota, al malo
ni el océano podría lavar su mancha.”
Tranquilo y seguro de sí mismo, se bañó en las aguas puras. Su misión: consultar al oráculo de Delfos,
famoso por sus predicciones tan ambiguas como certeras. No defraudaría a su padre.
Tras el ritual de purificación, la pitonisa fue vestida de
gala y colocada en un trípode en la profundidad del santuario. La emanación de gases provenientes de una
grieta en el suelo la sumergía en un profundo
trance. De los labios de la sibila
saldría la voz de Apolo esclareciendo
cuestiones humanas. Era una mujer joven,
virgen, escogida para ser instrumento divino y residir por siempre en el
santuario.
Estaba próximo el día siete, fecha en que se celebraba el
nacimiento del dios. Los consultantes
ofrecieron sobre un altar los pasteles requeridos, luego salpicaron con agua
fría cabras y ovejas. Solo aquellos
animales que reaccionaran serían aceptados para el sacrificio. Era la señal necesaria, el permiso para
formular una pregunta. La cabra que
ofreció Astiages tembló.
“Ciaxares, rey de los medos, ha dispuesto separar los lanceros, arqueros y
jinetes. ¿Conseguirá con esta nueva
formación dominar a los lidios y controlar Anatolia? ¿Funcionará esta
estrategia y podrá ganar la guerra?”
El sacerdote tomó la tabla escrita por el joven y se la
llevó a la pitonisa. Desde una distancia
prudente Astiages observaba cada movimiento de la doncella. A pesar de que no podía definir sus rasgos
con claridad sí percibió su silueta hermosa y la mirada perdida de unos ojos
que simulaban no verlo. También pudo
escuchar palabras sueltas y algunos balbuceos incoherentes que el profeta
interpretó.
—Cuando la noche devore al sol los soldados,
temerosos, guardarán sus espadas. Tras el día de la obscuridad total, reyes
enemigos se convertirán en abuelos de los mismos niños y... firmarán la alianza entre sus pueblos.
Misión cumplida. Llevaría este mensaje al rey. Para su
padre era muy importante el vaticinio. Desde
que los medos derrotaron a los asirios y pactaron con los caldeos, su pueblo
empezaba a verse como una nueva potencia.
Hasta su hermana, Amitis, había sido entregada en matrimonio al entonces
príncipe Nabucodonosor. De nada sirvieron sus súplicas, Ciaxares sabía que era
esta alianza la estocada final para el imperio sirio y su otrora ejército
invencible. Para expandir su reino hacia
el oeste y el Egeo, ya solo le quedaba un obstáculo: vencer a Alyattes, rey de los lidios.
Iba a ayudarlo a obtener esa importante victoria aunque
con una nueva meta trazada: regresar a
Delfos, buscar a aquella muchacha entregada al servicio de Apolo, liberarla,
devolverle la vida y la sonrisa y ¿por qué no? amarla. Su soledad, congoja, entrega e inteligencia
lo cautivaron. No podría escoger a una
reina mejor.
Seis años duró la guerra.
Unas batallas ganadas por los lidios, otras por los medos. Y en cada una, Astiages no pudo olvidar la
voz ni los ojos tristes de aquella pitonisa.
Tan pronto los reyes firmaran la alianza vaticinada, la buscaría. Mas pasaba el tiempo y no se vislumbraba aún
una solución. La esperanza de soltar las armas y volver por ella parecía cada
vez más distante.
Un integrante del ejército lidio, Tales de Mileto, había
hecho los cálculos precisos. Las creencias egipcias y su sabiduría matemática
fueron su herramienta. Lo predijo. Y
ocurrió. Corría el cuarto año de la cuadragésima octava Olimpiada. 170 después de la fundación de
Roma, 585 antes de Cristo. 28 de mayo.
El día en que la oscuridad abarcó el infinito, la luz abandonó la tierra y rigió el caos sobre el orden celeste. El
día del eclipse solar. El día en que se
apagó el sol. Era una señal de los
dioses. ¿Estaría Apolo enfurecido por la
intención de Astiages de rescatar a su servidora?
Los soldados soltaron sus espadas presos de terror. Los reyes de ambos ejércitos decidieron
pactar y surgió una alianza que parecía imposible minutos antes. Los asesores reales consideraron que aún faltaba un lazo permanente, algo que evitara
que pudiera romperse esa coalición.
Una vez más estos hombres de guerra con el propósito de avalar la paz
olvidan el amor. Y se decretó la orden: Astiages, hijo de Ciaxares, se casará con
Aryenis, hija de Alyattes. Por la unificación de sus reinos.
Mientras allá en Delfos, una pitonisa sabe lo que nadie le
ha dicho. Sin alucinógenos, sin
talismanes, sin rituales, predice su propio destino. Servirá al dios del sol hasta el fin de sus
días y callará lo que hubiera preferido ignorar.
—Imposible te será ahora volver por esta pitia, Astiages.
Me abrigó tu mirada amorosa y podría haberte correspondido. Pero presentí quién eras y quién serías. Por eso oculté parte de la profecía: “Cuando la noche devore al sol los
soldados, temerosos, guardarán sus espadas. Tras el día de la obscuridad total, reyes
enemigos se convertirán en abuelos de los mismos niños y sus hijos
firmarán la alianza entre sus pueblos
antes de que sus biznietos los derroquen.”
Sus hijos, Astiages, sus hijos.
No son los reyes los que firmarán el pacto. Lo harán tú y ella. Jamás
seremos tú y yo. Nuestros sinos están escritos y van por diferente camino. No hay escapatoria. Solo te queda obedecer, hijo de Ciaxares. Pero cuídate de tu propia sangre que te
llevará a la perdición.
Apolo ha hablado.
Elsia
Luz Cruz Torruellas
2007 - Historias del Oráculo
Herodoto de Halicarnaso, que vivió entre 485-420 a.C., escribió dos referencias al eclipse del año 585 a.C. En Historias, I: 74 leemos:
"Tuvo lugar una guerra entre los lidios y los medos durante cinco años, en los que muchas veces los medos vencieron a los lidios y muchas los lidios a los medos. Dentro de ella incluso llevaron a cabo una batalla de noche: a ellos, que proseguían en condiciones de igualdad la guerra, en el sexto año, iniciado el combate, les aconteció que, trabada la batalla, el día de repente se hizo noche. Tales de Mileto había predicho a los jonios que sucedería esta mutación del día, habiendo propuesto como término el año ese en el que ciertamente tuvo lugar el cambio. Y los lidios y los medos, cuando vieron que se hacía de noche en lugar de día, pusieron fin a la batalla y de manera especial se apresuraron también ambos a que se hiciera la paz entre ellos. Y quienes los reconciliaron fueron estos: Siénesis, cilicio, y Labineto, babilonio. Éstos fueron los que se esforzaron por que se produjera la alianza entre ellos, e hicieron un intercambio matrimonial: en efecto, decidieron que Alyattes entregara a su hija Aryenis a Astiages, el hijo de Ciaxares; pues sin un lazo fuerte unos tratados firmes no pueden mantenerse. Y, en cuanto a los pactos, hacen esos pueblos lo que los helenos y, además de esto, una vez que se cortan los brazos a nivel de la piel, chupan mutuamente la sangre"
Tomado de: http://www.astrosafor.net/Huygens/2005/56/Eclipse-585.htm
1 comentario:
Siluz, eres una bárbara pues este relato está maravilloso. A ver si Apolo logra algo más que la venta de miles de gafas especiales..
En nuestro mundo ha sido al revés: Trump declara que aumenta ejército en Afganistán y hacen ejercicios militares junto a Korea del Sur para volver a provocar al equivalente de Trump en Korea del Norte.
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