5 de octubre de 2015

La amiga de nadie

Loca, chismosa y mala fe.  Eso dicen de ella, y aunque me negaba a creerlo, hoy tengo que darles la razón.

Loca cuando se inventa enemigos imaginarios.  Piensa que todos en el vecindario están contra ella, que le tienen  envidia,  Será porque su esposo es el más gruñón y desagradable de todos los hombres de la calle.  Será porque cambia la fachada de su casa una vez al año, cada vez más fea y más árida. Será por su antipática alegría, pues de ella emana todo menos paz y felicidad. 

Chismosa porque habla de todos los vecinos, les conoce vida y milagros, reales o no.  Y se encarga de que, quien no los conozca como ella, se entere.  No parece recordar que  los demás también escuchamos y observamos.  Y si no está en boca de todos es porque muchos no tenemos la necesidad de repetir…

Mala fe, porque ¿qué se puede decir de una persona que se proclama cristiana y no sabe de caridad, comprensión ni amor por los seres vivientes? Es fácil envenenar a un gato o un perro.  Con echarle carne contaminada basta. Y nadie tiene que enterarse. Es que son ellas, bestias asquerosas,  las culpables, todas se empeñan en cagar en su patio.  Será que también, de alguna forma, quieren demostrar que no la toleran, que no le perdonan cada uno de sus iguales masacrados, que se vengarán de cada escobazo e improperio.  Y ¿quién le devuelve a nuestros niños sus mascotas, quién les consuela cada lágrima derramada al encontrarlos muertos?

Este año la víctima escogida ha sido un caobo.  Que le habrá hecho el pobre sino crecer y cambiar  sus hojas una vez al año.  ¿No botamos todos una vez al día nuestros desperdicios?  Crucifíquennos por eso.  ¡Cómo se atreven a decir que ese árbol no debería estar ahí!  Nadie lo sembró, estaba allí antes que nosotros.  Los constructores de la urbanización, tal vez abrumados por todos los que ya habían cortado, le perdonaron la vida.  Pero ahora está de más: ¡córtenlo, mátenlo, ensucia!  No importa cuántos nidos tienen sus ramas, cuanto oxígeno produce, cuánta sombra da. Sus hojas no son billetes ni expulsa semillas de oro.  Está sembrado en tierra y no en  un patio de cemento, donde hay que colocar toldos para combatir el sol y acondicionador de aire contra el calor extremo. 


Es la amiga de nadie, la que se va de viaje a salvar almas en pueblos lejanos, pero no puede convivir con los de su calle.  La que se da golpes de pecho y habla en lenguas pero no se ocupa del veneno que sale de la suya. 



Si, esa misma… ella, ¿la conoces también?

Siluz


5 comentarios:

Ivonne Acosta Lespier dijo...

Suena muy familiar, por desgracia. Lo peor es lo de los árboles. A esos arboricidas yo les pondría el castigo de tener que estar vestidos bajo un sol candente aunque haya sombra cercana, prohibirles que estacionen debajo de árboles porque como sabemos, aunque odien los árboles se pelean por su sombra donde los haya. Me sacan de quicio.

Siluz dijo...


Tienes razón, Ivonne. Recuerdo un árbol de acerola que había en la casa de mi mamá. Todos se quejaban de las hojas y las frutitas que caían en la acera, pero a la hora de estacionar, se lo peleaban.
Están las que odian los árboles, las que odian los gatos, las que odian los perros, las que no tienen nada más que hacer que vigilar lo que hacen los demás. Y hay las que hacen todo junto.. y más. ¿Será que cada calle tiene una?
Ivonne, gracias por tu visita.

Ivonne Acosta Lespier dijo...

Siempre te leo aunque no deje comentarios..

Edilberto Revolta Falls dijo...

Hola Elsia!
Por vez primera llego a tu blog...
Gracias por tus humanos temas y valoraciones.
Gracias por tu voz y por su altura, que sirve, también, para presentar y representar aquellos que no la tienen.
Gracias por tu maestría de maestra.
Mis saludos a tus hijos y nietos, también a tu vecina. Por más defectos que le veas, también tiene elementos positivos; ella... es un poco así como tu árbol... que ensucia, pero también da sombra, frutos, sombra y oxígeno.
Recibe los mejores deseos de un alumno agradecido.

Siluz dijo...

Gracias, Ivonne, llevamos mucho tiempo leyéndonos, aunque a veces sea en silencio. Un abrazo.

Saludos, Edilberto. Gracias a ti por tu visita y por comentar. Tienes razón. Es un poco así como mi árbol... no la había visto de esa manera.