5 de enero de 2011

Las abarcas desiertas

Por el cinco de enero,cada enero ponía
mi calzado cabrero a la ventana fría.
Y encontraban los días,que derriban las puertas,
mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos, siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza, me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza, pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero, para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero una juguetería.
Y al andar la alborada removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada, mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado de mi pobre ventana.
Toda la gente de trono, toda gente de botas
se rió con encono de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta y un mundo de miel.
Por el cinco de enero,de la majada mía
mi calzado cabrero a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas, mis abarcas desiertas.

(Miguel Hernández)

2 comentarios:

Fabiana dijo...

¡Cómo cada tanto traemos a nuestra memoria recuerdos de nuestra infancia!

Aunque más no sea por medio de una imagen, de un texto o una canción, los recuerdos que nos han marcado se vuelven imborrables. Y el día de los Reyes Magos es uno de ellos.

Simple manera de rememorar momentos de felicidad.

Te dejo un beso.

Siluz dijo...

Saludos, Fabiana. Que bueno verte por acá otra vez.
Es cierto, la infancia nos deja recuerdos imborrables. Para bien o para mal... Es una etapa que nos marca para siempre.
Otro beso, amiga