6 de junio de 2008

Día de playa

A mis ahijadas,
que son también un poco hijas mías.
Siluz

Llega el verano y con él, las vacaciones. En casa, tres chicos deseosos de correr al aire libre, nadar en las aguas azules y cálidas de la costa, hacer castillos en la arena, jugar con la bola de aire recién comprada, broncear más sus pieles morenas. Impacientes por complacerlos y con poco presupuesto, invento pasadías. La isla ofrece en cada rincón un buen sitio para disfrutar de la naturaleza en familia.
—¿Echaste el carbón?
—No se te olviden los fósforos, como la última vez.
—Tenemos que parar a comprar hielo.
La neverita ya está repleta de refrescos, frutas y jugos. Lleno el bolso con salchichas, pan, hamburguesas, presas de pollo, galletitas. Todo lo que encuentro en el refrigerador que pueda asarse a la parrilla y que estará listo cuando se cansen de chapotear y pronuncien a coro el acostumbrado: “ ¡Mami, tengo hambre!”
Pongo un rollo a la cámara. Acostumbro preparar álbumes por fechas, por temas, por hijo. Ya tengo una colección de fotografías impresionante: “Sonrisas angelicales”, “Surgen los dientes”, “Aprendiendo a caminar”; ¡hasta los destrozos que hizo el menor en su primera caminata por la casa!
Miro el anaquel donde están todos colocados. Los conozco de memoria: el álbum con las fotos de cada comienzo de clases estrenando uniformes y mochilas, el de la mayor cuando se graduó de sexto grado, el de los premios que ganara el del medio en los torneos de Taekwondo, el del pequeño con el disfraz de coquí que confeccioné en una noche para la obra escolar en la que luego él se negó a salir.
Cada momento con ellos captado para la eternidad.

—Mami, ¡llegó Madrina con las nenas!
Los compadres me acompañan en todas las locuras que se me ocurren. Son los padrinos de mis hijos y yo la madrina de las cuatro de ellos. Como los tres somos maestros compartimos el mismo tiempo de vacaciones. Un día, alquilamos una película y preparamos palomitas de maíz. Otro, hay taller de artesanía. Pinturas, crayolas, revistas de colores, cartones, pega, cartulinas, periódicos, escarcha; todo sirve para crear esa obra de arte que luego mostrarán orgullosos. Mañana quizás los adultos seamos el público de esos titiriteros noveles quienes nos presentarán una pieza escrita por ellos con los muñecos que hicieron.

Dos meses de vacaciones; sesenta días para entretener a siete niños llenos de vitalidad.
Y si se unen los sobrinos y los primos de los primos formamos un campamento. Lazos que continuarán en la adolescencia y ¡más allá!

Hoy nos toca ir de playa, la diversión que sin duda más los emociona. La niña despertó con el traje de baño ya puesto. El mayor de los varones espera en la “mini-van”; cinturón de seguridad amarrado, ventanilla asegurada. El más chico, se envuelve en la enorme toalla de Woody, su personaje favorito, dispuesto a lanzarse al agua según llegue.
—¿Nos vamos?
Palabras mágicas. Dicho y hecho. El entusiasmo es contagioso entre los niños, quienes sin notarlo, recopilan sus propios recuerdos de infancia. Crecerán, más pronto de lo que nadie imagina. Dentro de poco, escogerán sus amigos, diversiones, prioridades, intereses. La universidad, el matrimonio, viajes, proyectos, trabajo; en fin, la vida le trazará a cada uno rumbos diferentes.
Mientras, conservo mis imágenes en fotografías que miraré una y otra vez,
quizás con la vista nublada ya por la edad o la nostalgia.
Sí, llegará ese día, más no es todavía. Hoy aún puedo gritar:
—¡Al agua, chicos!

A mí me dieron el mar:
Piero

2 comentarios:

Lola Bertrand dijo...

Muy bellos recuerdos y las fotos también, Siluz, derrochas amor.
Abrazos desde el mar.
Lola

©Claudia Isabel dijo...

Amigo, que gusto leerte y ver las fotos de tus hijos y sobrinos.
Que lindos recuerdos de cuando
eran niños.
Te dejo un beso y abrazo