De mi padre conocí muy poco: su nombre, sus seudónimos, y los medios hermanos que estaban antes, entre y después del nacimiento de mi hermana y yo. Sabía que nací gracias a una breve tregua, que salió de nuestra vida a mis escasos tres meses de edad y conocía la admiración que todavía sentía mi madre por su inteligencia, elocuencia y gallardía. Nunca permitió que nadie hablara mal de él, a pesar de todo lo que pudieran haber dicho, solo de su elocuencia, su talento como poeta y escritor y su pensamiento místico y filosofía. Siempre pensé que su imagen, sus palabras y hasta su recuerdo tuvieron más valor que su presencia.
Lo conocí a través de sus poemas, de las cartas a mi hermana, de recortes de periódicos y de los retratos y correspondencia que mi madre conservaba. Hemos fallado a su petición, quemarlas a su muerte. Algún día le cumpliremos.
Lo vi una sola vez. Recuerdo su mirada, entre curiosa y apenada, su mano temblorosa y ese único beso que muy tarde recibía. Aún se veía fuerte, apuesto, pero ya la muerte lo rondaba y lo arrastraría poco tiempo después.
Me alegra no haber vivido con él, hoy puedo verlo como nos lo presentó mi madre y lo visualiza mi hermana, a pesar de haber leído sus cartas, su romanticismo, su floreteo manipulador, sus promesas, sus palabras precisas, su poesía. No tengo razones para amarlo ni detestarlo, solo agradecerle a la vida las buenas cualidades que sus hijos y nietos pudieron haber heredado y la ausencia de malos recuerdos que empañaran su memoria.
Estos poemas son parte de su legado.
Lucrecio Borgia,
o Perseo, el Fénix,
o Swami Shanti-Ram
o
Gabriel Cruz Martínez...
mi padre.
Desdoblamiento
Quiero que sepas que al ver tus cartas, anhelante,
he podido captar en ellas tu alma misma
La he visto llegar mimosa y fulgurante
y mi conciencia ha sangrado por la herida.
Una mañana blanca, el amor sacrosanto nos unió
y una gris tarde, la envidia nos separó.
Desde entonces, vagamos por rutas abismales
buscando olvido y paz cual sombras fantasmales.
Los caníbales humanos devoraron nuestra dicha
y hasta las flores hurtaron de nuestra casita.
Triunfaron la envidia y la mentira
malogrose nuestra dicha y nuestras vidas.
Ya no volverán jamás aquellas tardes,
no regresarán más nuestros bailes,
ni los paseos volverán.
Ya tú lo sabes.
Sin embargo, te siento palpitar en mí
y te siento llegar así todas las tardes.
No creas que al leer tus cartas he ignorado
que en ellas llegas tierna para abrazarme.
Eres tú la que ignoras que mi yo desdoblado,
al sentirte, se aleja y llega a ti para besarte.
Eres tú quien ignoras que tengo un cielo
en el que estoy siempre junto a ti porque aún te quiero.
me has pretendido hallar en el topacio
y en la magia sutil de los colores.
Me has buscado en el monte y en el valle
en el tenue perfume de la rosa,
en la vuelta graciosa de una calle
y en el ritmo exquisito de las olas.
Crees que existo en el alba y en la aurora,
que soy silencio inefable en la quietud,
que soy el tono de la dulce alondra,
del anciano, la paz, del niño, la inquietud.
Crees que estoy en la amapola roja,
en el jazmín, en la oración y el rezo,
que soy ternura, suavidad y beso,
voz de arroyuelo y rumor de hojas.
Por momentos, me intuyes en el verso
y sospechas que estoy en los contrarios,
que soy parte de negros y de arios,
de la aspereza y del encaje terso.
Te figuras que soy el absoluto,
el todo, el amor, el llanto, el luto.
A veces crees que soy suma de estrellas
que soy del místico, la santa huella.
Dondequiera me buscas y me esperas,
en el sol, en el agua, en las esferas.
Piensas que estoy en a prisa y la calma,
no alcanzas a entender que soy tu alma.
Piensas también que soy cima y abismo
no puedes comprender que soy tú mismo,
por ratos me imaginas en la luz
no llegas a saber que yo soy tú,
que en verdad soy la vida en vibración
y que estoy en tu propio corazón.
Me cuenta mi hermana: “Este es el texto que está dentro del cofrecito de madera de mami. Como les dije, está escrito a maquinilla en papel oficial del Departamento de Instrucción Pública. En la esquina superior derecha, mami estampó su nombre con lo que parece ser tinta de pluma fuente, que era lo que se usaba para la década de 1950. Es una carta escrita por un padre "al hijo que vendrá un día", a aquel hijo que tardaba, que se hacía esperar, que no llegaba; y ya ansioso, su padre le escribe, lo invoca, no solo por él mismo que tanto lo deseaba, sino más "por ella". (SCT)
Tenemos la leve (no tan leve) sospecha que fue escrito por nuestro padre, Gabriel Cruz Martínez, (Swami Shanti-Ram ) aunque no hemos podido confirmarlo.
Quisiera ser poeta
Quisiera ser poeta
para ofrendarte cadencias secretas
o convertido en ave
darte en notas y trinos, mis cantares.
O ser un mar de brumas
para ofrecerte en nieblas mis espumas,
o de alabastro el camino
que te aparte de rumbos serpentinos.
O ser níveo lucero
que en un rayo de luz bese tu pelo
o el vestido de encaje
que aprisione la juncia de tu talle.
Quisiera ser la lluvia
clara, fresca y rubia
que tu calor mitigue
o el bálsamo anodino
que calme tus angustias sacarino.
Quisiera ser cocuyo
y hacerle guiños en la noche oscura.
Quisiera ser tan tuyo
que en mi ausencia el espanto te estrujara
y cuando al fin yo regresara
mi presencia fuese para ti, locura.
De nieve yo quisiera ser un copo
que aliviase tu ardor y, con dulzura,
derretirme en tus labios, poco a poco.
Quisiera ser un cielo
para obsequiarte en nubes mi blancura
o ser mágico espejo
que devolviese en reflejos
vibraciones de amor y de ternura.
Milagro al amanecer
Y ya amanece:
el alba viste galas de plata
de rosa y grana. Ya la mañana
fresa y lozana, de oro y rubíes
surge radiosa tras la alborada.
Potros veloces, ígneos y audaces,
pintan de rojo montes y valles,
los flamboyanes, los platanales,
los cafetales y los maizales.
Alegres cantos pueblan los aires.
Los ruiseñores, joyas aladas,
narran veladas alegorías,
cuentan febriles sus alegrías
mientras saludan al nuevo día
desde el alféizar de mi ventana.
De pronto el cuarto
se vuelve aroma, se hace de oro,
se torna aurora, ¡estalla en luz!
Ella,Triunfante, entra y me besa
y soy resurrecto Cristo Jesús.
Con tus latidos
A veces miro el cielo pensando en ti
llegan mis ojos en vuelo a las estrellas
y me pregunto ansioso si en una de ellas
encontraré tus ojos pensando en mí.
Interrogo a la noche si aún me amas,
al susurrante viento si eres feliz,
y comprensivo éste, me dice así:
"Ella responde amante cual la reclamas,
son superfluas las ansias con que te afanas,
esa armonía triste, notas lejanas,
son solo la música de sus gemidos
que sus alas extienden y se dilatan
en el azul espacio en que se desatan
al ir a confundirse con tus latidos".
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