2 de agosto de 2023

POEMAS DE MI PADRE



De mi padre conocí muy poco: su nombre, sus seudónimos, y los medios hermanos que estaban antes, entre y después del nacimiento de mi hermana y yo.  Sabía que nací gracias a una breve tregua, que salió de nuestra vida a mis escasos tres meses de edad y conocía la admiración que todavía sentía mi madre por su inteligencia, elocuencia y gallardía. Nunca permitió que nadie hablara mal de él, a pesar de todo lo que pudieran haber dicho, solo de su elocuencia, su talento como poeta y escritor y su pensamiento místico y filosofía. Siempre pensé que su imagen, sus palabras y hasta su recuerdo tuvieron más valor que su presencia.

Lo conocí a través de sus poemas, de las cartas a mi hermana, de recortes de periódicos y de los retratos y correspondencia que mi madre conservaba. Hemos fallado a su petición, quemarlas a su muerte. Algún día le cumpliremos.

Lo vi una sola vez. Recuerdo su mirada, entre curiosa y apenada, su mano temblorosa y ese único beso que muy tarde recibía. Aún se veía fuerte, apuesto, pero ya la muerte lo rondaba y lo arrastraría poco tiempo después.

Me alegra no haber vivido con él, hoy puedo verlo como nos lo presentó mi madre y lo visualiza mi hermana, a pesar de haber leído sus cartas, su romanticismo, su floreteo manipulador, sus promesas, sus palabras precisas, su poesía. No tengo razones para amarlo ni detestarlo, solo agradecerle a la vida las buenas cualidades que sus hijos y nietos pudieron haber heredado y la ausencia de malos recuerdos que empañaran su memoria. 


Estos poemas son parte de su legado.


Lucrecio Borgia,


o Perseo, el Fénix,


o Swami Shanti-Ram


o

Gabriel Cruz Martínez...


mi padre.








Desdoblamiento


Quiero que sepas que al ver tus cartas, anhelante,

he podido captar en ellas tu alma misma

La he visto llegar mimosa y fulgurante

y mi conciencia ha sangrado por la herida.


Una mañana blanca, el amor sacrosanto nos unió

y una gris tarde, la envidia nos separó.

Desde entonces, vagamos por rutas abismales

buscando olvido y paz cual sombras fantasmales.


Los caníbales humanos devoraron nuestra dicha

y hasta las flores hurtaron de nuestra casita.

Triunfaron la envidia y la mentira

malogrose nuestra dicha y nuestras vidas.


Ya no volverán jamás aquellas tardes,

no regresarán más nuestros bailes,

ni los paseos volverán.

Ya tú lo sabes.


Sin embargo, te siento palpitar en mí

y te siento llegar así todas las tardes.

No creas que al leer tus cartas he ignorado

que en ellas llegas tierna para abrazarme.


Eres tú la que ignoras que mi yo desdoblado,

al sentirte, se aleja y llega a ti para besarte.

Eres tú quien ignoras que tengo un cielo

en el que estoy siempre junto a ti porque aún te quiero.



Yo soy


Me has buscado arriba en el espacio
has creído encontrarme entre las flores,

me has pretendido hallar en el topacio

y en la magia sutil de los colores.


Me has buscado en el monte y en el valle

en el tenue perfume de la rosa,

en la vuelta graciosa de una calle

y en el ritmo exquisito de las olas.


Crees que existo en el alba y en la aurora,

que soy silencio inefable en la quietud,

que soy el tono de la dulce alondra,

del anciano, la paz, del niño, la inquietud.


Crees que estoy en la amapola roja,

en el jazmín, en la oración y el rezo,

que soy ternura, suavidad y beso,

voz de arroyuelo y rumor de hojas.


Por momentos, me intuyes en el verso

y sospechas que estoy en los contrarios,

que soy parte de negros y de arios,

de la aspereza y del encaje terso.


Te figuras que soy el absoluto,

el todo, el amor, el llanto, el luto.

A veces crees que soy suma de estrellas

que soy del místico, la santa huella.


Dondequiera me buscas y me esperas,

en el sol, en el agua, en las esferas.

Piensas que estoy en a prisa y la calma,

no alcanzas a entender que soy tu alma.


Piensas también que soy cima y abismo

no puedes comprender que soy tú mismo,

por ratos me imaginas en la luz

no llegas a saber que yo soy tú,

que en verdad soy la vida en vibración

y que estoy en tu propio corazón.





Me cuenta mi hermana: “Este es el texto que está dentro del cofrecito de madera de mami. Como les dije, está escrito a maquinilla en papel oficial del Departamento de Instrucción Pública. En la esquina superior derecha, mami estampó su nombre con lo que parece ser tinta de pluma fuente, que era lo que se usaba para la década de 1950.  Es una carta escrita por un padre "al hijo que vendrá un día", a aquel hijo que tardaba, que se hacía esperar, que no llegaba; y ya ansioso, su padre le escribe, lo invoca, no solo por él mismo que tanto lo deseaba, sino más "por ella". (SCT)

Tenemos la leve (no tan leve) sospecha que fue escrito por nuestro padre, Gabriel Cruz Martínez, (Swami Shanti-Ram ) aunque no hemos podido confirmarlo.

AL HIJO QUE VENDRÁ UN DÍA

En la cruz de mi cansancio te estoy esperando con las manos de par en par abiertas, palmas al cielo. Sé que llegarás de allí como la lluvia y me hice tierra para recibirte. Tierra emocionada. Vendrás del cielo, atravesando los países de la noche y de la ausencia. Neblinosos países de las vigilias, de las sombras fantasmas, con bosques petrificados y llagas sangrantes de volcanes.

Pero no temas, hijo. De tanto mirar arriba hice ya tu caminito. Un camino blando de humedades para que no te duela. Tu llegada a la tierra coincidirá con la muerte de una estrella. Vestirán luto en el cielo. Pero acá, los campanarios sacudirán el sueño de la mañana para que ese día el mundo se levante antes.

Ella también te espera. Livianito el andar, suaves como de algodón las manos y una canción de cuna en la garganta, ella también te espera en su esperanza. Somos así, dos voluntades barajando un futuro. Esperando... que es la forma más linda de morir la muerte, sin sentirla.

Vendrás del cielo, como la lluvia. Por eso, ella y yo, nos hicimos tierra para recibirte. Tierra doblemente emocionada.

Te veo llegar a través de sus ojos, que son una noche inacabable. Pero a veces, se nublan las estrellas. Mis manos, entonces, acarician su mirada. Y vuelven húmedas de su viaje.

Entretengo tu ausencia en los hijos ajenos. Hice barcos de papel, esperándote. Con tizas de colores dibujé rayuelas, esperándote. Y en los amaneceres del descanso fabriqué domingos rubios, esperándote. Siempre esperándote.

A ella le tiemblan las manos, y los ojos se le vuelven lágrimas sin ruido cuando acaricia los hijos de los otros. Se sonríe llorando. Y es que de tanto esperarte ya no sabe qué hacer con su ternura.

Mis noches para ti serán vacías de fantasmas y vientos agoreros. Nada de sombras ni de esquinas turbias. Ni ladridos lejanos, ni silbatos. La noche y yo, buenos amigos, hemos sellado un pacto solemne para tu llegada. Luna arriba y grillos abajo.

Te dibujo en el humo de mis cigarrillos. Y te dibujo así: Tendrás los ojos de ella, los cabellos de ella, las manos de ella. Su Dios y su cielo. Su ternura inacabable. Su plegaria y su grito. De ella, su infinito amor y su tristeza infinita. Todo de ella, porque ella es mejor que yo.

Te esperamos del cielo, como la lluvia. Y nos hicimos tierra emocionada para recibirte.


Ella le habla a Dios y piensa en ti. Canta a media voz una canción que es música de todas las músicas. Sabe también cerrar las puertas sin ruido y andar por las habitaciones en puntas de pie. Para ella duermes siempre. Y su ternura es tan mansa que sabe besarte sin que tu sueño se despierte.

Levantaré en mis brazos tu cuerpecito desnudo, bien en alto, y en mitad de la noche reventaré en un grito que los vientos llevarán por todas las rutas de la tierra.

¡Es mi hijo! Lleva mi sangre, mi apellido, mi esperanza y mi rabia. Luna, cielo, estrellas, hombres, morirán de vergüenza al escucharme. Previendo tu llegada y tu barullo, tengo mis planes hechos.

¿Soñar? En cualquier plaza y bajo el cielo.
¿Versos? En la mesilla de algún bar obscuro.
Estando en casa tú, tú eres el verso, y el cielo, y el soñar, y el mundo, y Dios.

Livianito el andar, suaves como de algodón las manos y una canción de cuna en la garganta, ella no se cansa de esperarte. Que tu primer beso sea para ella, y para ella también la primera palabra que articules, porque ella será la única capaz de comprenderla. No lo olvides, hijo: primero, ella, después, yo y el mundo.

Tendrás que saber de versos, pero también de yunques y martillos. Blanda la mano para el lápiz, recia para lo demás.

¡Ay, de mis libros cuando llegues! Tengo preparado un réquiem, porque sé que Platón morirá en tus manos, horriblemente despedazado. En los atardeceres saldremos a vagar por los barrios sin asfalto. Nos haremos amigos del perro vagabundo, de la cuneta, del sapo, de los niños pobres que no tienen 6 de enero, del caballo de la calesita, del malvón y de la rueda del molino. ¡La fiesta de barrios que nos daremos juntos! Volveremos cansados, empujando la noche. Sin hablar. Pero amigos, más amigos que antes.


Llegarás del cielo, como la lluvia. Y me hice tierra para recibirte. Tierra emocionada.

Yo no sé por qué vuelan los pájaros ni adónde van las nubes. Tenlo presente para no preguntármelo, porque me avergonzaría no saber qué contestarte.

Ella les tiene rabia a los caminos y a las vías. Los caminos traen, pero también llevan. Las novias llevan siempre. Son las únicas capaces de robar cariños a las madres. Por eso ella piensa en tus pantalones largos, en el primer cigarrillo. Y tiembla de rabia y de miedo.

Tus caprichos serán órdenes. Si me pides la luna, te traigo la luna. Si la estrella, la estrella. Si un verso, te daré el lápiz.

Ella te sueña manso. Yo, enamoradizo y decidor de cosas lindas. Amar, amar mucho y siempre, es justificar la vida. Por eso tuve treinta novias, a cual más hermosa y a cual quise más. Hijo, a ver cómo te portas tú.

Nunca te olvides de besarla, aunque te sientas hombre. A mí, no me importa. Pero las madres — no lo olvides nunca — las madres no perdonan el olvido de un beso.

Con las manos de par en par abiertas, palma al cielo, te estoy esperando en la cruz de mi cansancio. Sé que llegarás de allí, como la lluvia, y me hice tierra emocionada para recibirte.

No tardes mucho. Por mí y por ella. Más por ella que por mí.


Quisiera ser poeta



Quisiera ser poeta

para ofrendarte cadencias secretas

o convertido en ave

darte en notas y trinos, mis cantares.

O ser un mar de brumas

para ofrecerte en nieblas mis espumas,

o de alabastro el camino

que te aparte de rumbos serpentinos.

O ser níveo lucero

que en un rayo de luz bese tu pelo

o el vestido de encaje

que aprisione la juncia de tu talle.

Quisiera ser la lluvia

clara, fresca y rubia

que tu calor mitigue

o el bálsamo anodino

que calme tus angustias sacarino.

Quisiera ser cocuyo

y hacerle guiños en la noche oscura.

Quisiera ser tan tuyo

que en mi ausencia el espanto te estrujara

y cuando al fin yo regresara

mi presencia fuese para ti, locura. 

De nieve yo quisiera ser un copo 

que aliviase tu ardor y, con dulzura,

derretirme en tus labios, poco a poco.

Quisiera ser un cielo

para obsequiarte en nubes mi blancura

o ser mágico espejo

que devolviese en reflejos

vibraciones de amor y de ternura.




Milagro al amanecer


Y ya amanece:

el alba viste galas de plata

de rosa y grana. Ya la mañana

fresa y lozana, de oro y rubíes 

surge radiosa tras la alborada. 


Potros veloces, ígneos y audaces,

pintan de rojo montes y valles,

los flamboyanes, los platanales,

los cafetales y los maizales.

Alegres cantos pueblan los aires. 


Los ruiseñores, joyas aladas,

narran veladas alegorías,

cuentan febriles sus alegrías

mientras saludan al nuevo día

desde el alféizar de mi ventana. 


De pronto el cuarto

se vuelve aroma, se hace de oro,

se torna aurora, ¡estalla en luz!

Ella,Triunfante, entra y me besa

y soy resurrecto Cristo Jesús.



Con tus latidos



A veces miro el cielo pensando en ti

llegan mis ojos en vuelo a las estrellas

y me pregunto ansioso si en una de ellas

encontraré tus ojos pensando en mí. 


Interrogo a la noche si aún me amas,

al susurrante viento si eres feliz,

y comprensivo éste, me dice así: 

"Ella responde amante cual la reclamas,


son superfluas las ansias con que te afanas,

esa armonía triste, notas lejanas,

son solo la música de sus gemidos


que sus alas extienden y se dilatan

en el azul espacio en que se desatan

al ir a confundirse con tus latidos". 


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