24 de mayo de 2011

Mi abuela y "La Muñeca"

Cuando recuerdo las cosas que contaba mi abuela, ahora que soy abuela, me pregunto si eran ciertas.  Son cosas que oí siempre, que no cuestioné, que no indagué.  Que creí, por fe.  Podría pasarme igual que con mi abuelo: un día descubrí que las marcas en sus brazos eran cicatrices de vacunas y no dedos de brujas en luchas inventadas.
Abuelita contaba que su papá era el mayoral de la Isla de Cabras, isleta a la entrada de la bahía de San Juan donde vivió allí hasta los seis años.  Su papá, según decía, decidió mudarse a la "isla grande" ya que "se estaban criando como salvajes".  Mi abuela nació en el 1892, en la calle Infanta Luisa en la Puntilla del viejo San Juan.  Sus padres fueron criollos: él ,descendiente de españoles y ella, de esclavos. Recordaba cuando "llegaron los americanos" en el 98.  Estudió hasta noveno grado. Dejó la escuela, porque, acostumbrada a salir bien en todas las materias, no soportaba que fuera a fracasar en álgebra. Se casó a los 27 años, y eso porque murió su mamá, pues no se quería separar de ella. Tocaba el piano de oido, entendía y seguía el beisbol, le encantaba jugar bingo y no había quien le ganara en el dominó, tejía colchas y manteles a crochet, cocinaba con la sazón que solo tienen las abuelas, leía y escribía en español y en inglés, solucionaba crucigramas, sabía adivinanzas, canciones.  Recitaba poemas largos, que sabía de memoria sin fallar.  Poemas, que yo también aprendí de tanto oirlos, como se aprenden las canciones con las que nos criamos, sin uno darse cuenta.
Uno de los que más me gustaba era éste, que recité siendo niña muchas veces y que luego usé en mis clases de teatro.
LA MUÑECA
En una noche de invierno
una niña pordiosera,
con los pies casi desnudos,
y las manecitas yertas,
cubriendo, a modo de manto,
con su falda la cabeza,
y sin temor a la lluvia
que cada vez más arrecia,
contempla, extasiada y triste
el interior de una tienda,
que por su gusto en juguetes
es de todas la primera.
–¿Qué haces aquí? -le pregunta,
un dependiente, empujando
a la niña hasta la acera.
–¡Déjeme usted! ¡Si es que estaba
mirando aquella muñeca!
¿Cuesta mucho? ¿Será muy cara?
¡Lo que es si yo pudiera!...
–¡El demonio de la chica
¿Pues no quiere comprar ella?...
¡Lárgate a pedir limosna!
y déjate de simplezas.
La muñeca que te gusta
vale un duro, con que ¡fuera!

Marchóse la pobre niña
ocultando su tristeza.
En vano pide limosna…
ninguno escucha sus quejas.
Desfallecida y débil,
cruza calles y plazuelas
recordando en su amargura
la encantadora muñeca…

–¡Caballero, una limosnita
para esta pobrecita huérfana!
–¡Déjame, que voy de prisa!
–Aunque sea un centimito… ¡Tengo hambre!
–(¡Pobre niña! ¡Me da pena!)
Toma.
–¡Pero, señor! ¡Si es un duro!
–Te lo doy para que puedas,
siquiera por esta noche,
tener buena cama y cena.
–¡Déje que le bese la mano!
–Quita, tontuela.
–¡Que Dios lo premie en el cielo y le de la vida eterna!
¿No será falso, verdad?
–¡Cómo muchacha! ¿Tú piensas?
-Perdone usted…
Pero… ¡vamos!... la sorpresa...
¡Si es que me voy a volver loca
de alegría!... ¡Quién dijera!
Y apretando entre sus manos
convulsivas la moneda,
corrió por la calle abajo
veloz como una saeta.
A la mañana siguiente
se comentaba en la prensa
el hecho de haberse hallado
en el quicio de una puerta,
el cadáver de una niña
¡abrazado a una muñeca!

Vital Aza

De tu colección de muñecas, abuelita, todavía conservo la última que te regalaron.  Ésa, que en un bingo, dijiste, "va a ser para mí".  Y fue.  Ya debe de tener conmigo más de 25 años. Esa muñeca de trapo que algún día le pasaré a Mía o a Luna, para que, aunque no te conocieron, no te olviden. 

5 comentarios:

Liliana dijo...

Cómo me haces recordar las tradiciones familiares, la historia de los nombres, las herencias, las recetas que pasan de generación en generación...y tantas cosas mas. Lindo texto es muy emotivo, y guarda un tesoro, aquella hermosa muñeca. Cuando leí el nombre de tu abuela, descubrí de donde nace el nombre de Luna Esperanza. Que lindos que son, Siluz sos hermosa!! Lila.

Fabiana dijo...

¡Qué bello recuerdo Siluz! ¡Y cuánto podemos aprender de las generaciones que nos precedieron.
Me encantó la descripción de tu abuela y todo lo que ella representa para vos.

Te dejo un beso.

Siluz dijo...

Gracias, Lila. ¿Habrán lazos que unan más que los familares? Son historias, recuerdos, tradiciones compartidas, imposibles de olvidar.
Así es. Cuando mi hijo me dijo el nombre que habían escogido para acompañar el de Luna, fue una emoción muy grande. Imagínate cuánto le debo haber hablado de ella para que la recuerde pues cuando ella murió él solo tenía tres años.

Siluz dijo...

Son tantas cosas que recuerdo, Fabiana, que podría hacer una serie titulada "cosas de mi abuela" . Oye, no es mala idea...humm...
Un beso, amiga. Gracias siempre por leer y comentar.

Recomenzar dijo...

Bellamente escrito Un abrazo