27 de marzo de 2013

Día internacional del teatro 2013

Este 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro con un amplio programa de actividades, encabezadas por el Mensaje Internacional, que en esta ocasión ha sido encomendado al escritor y dramaturgo italiano Darío Fo, Premio Nobel de Literatura 1997.'

Propuesto en 1961, durante el noveno Congreso Mundial del Instituto Internacional de Teatro, el Día Mundial del Teatro se celebró por primera ocasión en 1962 y el mensaje fue leído por el dramaturgo francés Jean Cocteau. Desde entonces son muchas las figuras escogidas para darlo; entre ellos: el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1968), el poeta chileno Pablo Neruda(1971), el director teatral mexicano Víctor Hugo Rascón Banda (2006), Augusto Boal (2009) y John Malkovich (2012).


Mensaje del Día Internacional del Teatro 2013
Darío Fo
Premio Nobel del Literatura 1997

Hace mucho tiempo, el poder tomó una decisión intolerante contra los comediantes al expulsarlos del país. Actualmente, los actores y las compañías teatrales tienen dificultades para encontrar escenarios públicos, teatros y espectadores, todo a causa de la crisis. Los dirigentes, por tanto, ya no  están preocupados por controlar a aquellos que les citan  con ironía y sarcasmo, ya que no hay sitio para los actores, ni hay un público al que dirigirse. 
Por el contrario, durante el Renacimiento, en Italia, los que gobernaban, tuvieron que hacer un esfuerzo importante para mantener a raya a los Comediantes, pues reunían abundante público. Se sabe que el gran éxodo de actores de Commedia dell'Arte  tuvo lugar en el siglo de la Contrarreforma, que decretó el desmantelamiento de todos los espacios teatrales, especialmente en Roma, donde fueron acusados de ofender a la ciudad santa.
 En 1697, el Papa Inocente XII, bajo la presión de insistentes requerimientos del ala más conservadora de la burguesía y de los máximos  exponentes del clero, ordenó la  eliminación del Teatro Tordinona que, según los moralistas, había acogido el mayor número de representaciones obscenas. En la época de la Contrarreforma, el cardenal Carlos Borromeo, que estuvo activo en el norte de Italia, se consagró  a la redención de  los “niños milaneses”, estableciendo una clara distinción entre el arte, como la máxima expresión de educación espiritual, y el Teatro, la manifestación de lo profano y lo vanidoso. 
En una  carta dirigida a sus colaboradores, que cito de memoria, se expresa más o menos así: "Los que estamos resueltos a erradicar las malas hierbas, hemos hecho lo posible por quemar textos que contienen discursos infames, para extirparlos de la memoria de los hombres, y al mismo tiempo perseguir a todos aquellos que divulgan esos textos impresos. Evidentemente, sin embargo, mientras dormíamos, el diablo maquinó con renovada astucia. ¡Hasta qué punto es más penetrante en el alma lo que los ojos pueden ver que lo que puedan leer de los libros de ese género! ¡Hasta qué punto más devastadora para las mentes de los adolescentes y niños es la palabra hablada y el gesto apropiado, que una palabra muerta impresa en  un libro. Por tanto es urgente sacar a las gentes de teatro de nuestras ciudades, como lo hacemos con  las almas indeseables".
Por tanto, la única solución a la crisis se basa en la esperanza de que se organice una gran caza de brujas contra nosotros y especialmente contra la gente joven que desea aprender el arte del teatro. Una nueva diáspora de Comediantes que, desde tal imposición, sin lugar a dudas provocará beneficios inimaginables por el bien de una nueva representación.
 Traducción: Fernando Bercebal

8 de marzo de 2013

No me arrepiento de nada

En el Día de la Mujer,
un poema de Gioconda Belli,
para la mujer que es quién quiere ser.


Desde la mujer que soy, 
a veces me da por contemplar 
aquellas que pude haber sido; 
las mujeres primorosas, 
hacendosas, buenas esposas, 
dechado de virtudes, 
que deseara mi madre. 
No sé por qué 
la vida entera he pasado 
rebelándome contra ellas. 
Odio sus amenazas en mi cuerpo. 
La culpa que sus vidas impecables, 
por extraño maleficio, 
me inspiran. 
Reniego de sus buenos oficios; 
de los llantos a escondidas del esposo, 
del pudor de su desnudez 
bajo la planchada y almidonada ropa interior. 
Estas mujeres, sin embargo, 
me miran desde el interior de los espejos, 
levantan su dedo acusador 
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche 
y quiero ganarme la aceptación universal, 
ser la "niña buena", la "mujer decente" 
la Gioconda irreprochable. 
Sacarme diez en conducta 
con el partido, el estado, las amistades, 
mi familia, mis hijos y todos los demás seres 
que abundantes pueblan este mundo nuestro. 
En esta contradicción inevitable 
entre lo que debió haber sido y lo que es, 
he librado numerosas batallas mortales, 
batallas a mordiscos de ellas contra mí 
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma- 
transgrediendo maternos mandamientos, 
desgarro adolorida y a trompicones 
a las mujeres internas 
que, desde la infancia, me retuercen los ojos 
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños, 
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, 
que se enamora como alma en pena 
de causas justas, hombres hermosos, 
y palabras juguetonas. 
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada, 
e hice el amor sobre escritorios 
-en horas de oficina- 
y rompí lazos inviolables 
y me atreví a gozar 
el cuerpo sano y sinuoso 
con que los genes de todos mis ancestros 
me dotaron. 
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones. 
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf. 
Pero en los pozos oscuros en que me hundo, 
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos, 
siento las lágrimas pujando; 
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo, 
blandiendo condenas contra mi felicidad. 
Impertérritas niñas buenas me circundan 
y danzan sus canciones infantiles contra mí 
contra esta mujer 
hecha y derecha, 
plena. 
Esta mujer de pechos en pecho 
y caderas anchas 
que, por mi madre y contra ella, 
me gusta ser. 

Gioconda Belli