29 de julio de 2008

Despertar

Te decía que en el alma y la piel
se le borraron las pecas
y su mundo de muñecas pasó...”

J. M. Serrat


Mirarme; eso es lo primero que hace cuando se levanta. En su camino a lavarse la cara y los dientes pasa por mi lado y me enciende. Al regresar, ya estoy lista a servirla. Se sienta frente a mí y sonríe. Ahí permanecerá hasta que le avisen:
—Roxana, ven a desayunar.
Eso hizo cada mañana... hasta anoche. Hoy todo es distinto. La niña no durmió en casa. Estuvo conmigo hasta bastante tarde. Luego la vi echar alguna ropa en su mochila. Colocó sobre el monitor el osito de peluche con el que aún dormía y se fue. Sentí que me decía adiós.
—Roxana, se te va a hacer tarde para la escuela.
Es doña Teresa, entra a la habitación. Ve una carta sobre la cama. No puede creer lo que lee. Pienso que se va a desmayar. Llama a don Luis. Discuten. Ella llora. Él grita. Por alguna razón me echan la culpa de lo ocurrido. Me conectan. Quieren encontrar en mí datos que ayuden a descubrir la razón de su huida. Necesitan saber con quién habló anoche antes de partir. Pero ella tuvo la cautela de borrar todos los mensajes. Solo olvidó eliminar esa última foto tomada. Esa a la que él comentó: “ya eres toda una mujer”.
Podría contarles mucho sobre él. Menos su nombre. Nunca lo dijo. Siempre se hizo llamar “mystery man” Así, con dos y, que muchas veces ella se confundió y él le escribía, “con y, negrita, con y”. Charlaban horas largas, en ocasiones hasta el amanecer. Ese hombre le enviaba canciones, fotos, planes, sueños, mentiras. Con él se ilusionó tanto que ha sido capaz de dejar atrás escuela, padres, amigos, casa y comodidades para lanzarse en pos de una aventura.
Si hubiese podido advertirle. Roxana solo tiene quince años. Él le decía tener veinte, quizás la mitad de lo que tiene en realidad. Él le juró amor eterno; ella creyó ser la única en su vida. Él le adornó con rosas el lecho y ella no vio que eran más las espinas. Partió hipnotizada por su perfume. Será una agonía su despertar... quién sabe dónde y con quién...


“Noticia de última hora. Alerta Ámbar*. Cuatro adolescentes han sido reportadas desaparecidas por sus familiares. Un hombre de cincuenta y cinco años, quien se alega atrae a sus víctimas a través de Internet, parece ser el elemento común en los cuatro casos. Se teme hayan sido secuestradas para ser vendidas a una red de prostitución internacional. Todas las chicas están entre los catorce y los dieciséis años”.

Siluz

Nota: Se emiten Alertas Ámbar (“America's Missing: Broadcasting Emergency Response”) por radio, televisión, satélite y otros medios en caso de niños secuestrados para comunicar al público información clave sobre el niño desaparecido y el sospechoso en las primeras horas de ocurrido el hecho.

22 de julio de 2008

Plutarca

“Dios hizo el gato para ofrecer al hombre
el placer de acariciar un tigre.”

Víctor Hugo
Aquella gatita se crió como un miembro más de la familia. Llegó un día cualquiera, entró “como Pedro por su casa” y decidió que ese sería su hogar. Uno de los chicos la bautizó Plutarca, ni idea por qué pero así se quedó.
Era el animalito más mimado en el planeta. Iba de falda en falda, dormía en mi cama, su plato estaba siempre lleno y el agua fresca. Era linda, muy linda. ¿Qué digo linda? ¡Hermosa! Blanca, con un ojo azul y otro marrón, bien peluda, muy dócil y cariñosa. Hasta que se enamoró.
Ese gato, de visita cada noche, no maullaba, aullaba. Era su forma de vengarse porque no le permitíamos que viera a su adorada. Un gato sato, de la calle, feo como él solo ¿cómo se le ocurría fijarse en nuestra Plutarca? Pero ella no pensaba lo mismo. La razón no manda en el corazón. Debí haberla operado entonces y todo se hubiera evitado. Muy tarde llega el arrepentimiento. Un buen día, se escaparon juntos. Volvió como a la semana; sola y con bono incluido. Notamos que iba engordando, y de pronto, amamantaba a cuatro, los cuales también un tiempito después escucharon la orden divina de “creced y multiplicaos”.

Así, sin darme cuenta, llegamos a tener once gatos, dieciséis, ¡veinte!
Allí estaba Ulises, hermano de Moisés, hijo de Canela, hija de Karina, hija de Plutarca.
Allí estaba también Atila, hermano de Edipo, hijo de Yocasta, hermana de Karina, hija de Plutarca.
Allí estaban otros que ni siquiera llegaron a tener nombre: “el peludo”, “el bizco”, “el chiquito”, “el bobo”, “el tuco”, “el pinto” y otros epítetos que no creo prudente mencionar. Todos nietos, biznietos y tataranietos de Plutarca.
Ya no se sabía quien era madre o padre de quién, quiénes los hijos, quiénes los hermanos.

Y los gatos poblaron la casa.
Y salían por las ventanas. Y subían a las mesas.
Y rebuscaban por la cocina.
Y estaban en las butacas.
Y había pelos en los muebles.
Y pulgas en todas partes.
Y alergias y asma.
Y peste a orín.
Y todos mamaban de todas.
Y se ensuciaban en los rincones más apartados
Y en los jardines más decorados.
Y colgaban por las lámparas.
Y en los aleros.
Y en cada esquina de la casa.
Y en la urbanización entera.
Y los vecinos se quejaron, protestaron, rabiaron
Y aparecieron gatos envenenados
Y seguían naciendo gatos.
Y más gatos. Lindos, feos, blancos, negros, gordos, flacos.
Y llamaron al departamento de Sanidad.

Y llegó el ultimátum:
—Tiene dos semanas para salir de esos gatos, señora, so pena de multa y desacato.

Un día, mientras los niños no estaban, recogimos cada uno de aquellos animalitos, los llevamos al campo... y allá los dejamos. Llevarlos al refugio hubiera sido entregarlos a la muerte. Echarlos lejos era abandonarlos a su suerte, sí, pero con la posibilidad de sobrevivir libres. Ahora no sé que hubiera sido más piadoso. Fue una solución desesperada, necesaria, obligada. Quizás errónea.
Si terrible fue ver las caritas desconcertadas de los niños a su regreso de la escuela, más difícil fue contestar a una pregunta que surgió a coro:
—¿Mami, dónde está Plutarca?

En lo que me quede de vida, espero no ser adoptada por otra gata.

Siluz

20 de julio de 2008

en el Día del Amigo

A los amigos nos unen los recuerdos, las experiencias compartidas, las risas y las lágrimas.
Hay amigos con los que vivimos día a día aun en la distancia; otros a los que dejamos de ver por años pero cuando nos reencontramos es como si nunca nos hubiéramos alejado.
Hay amigos que nos conocen tanto que pueden adivinar nuestros pensamientos y anticipar nuestras reacciones.
Hay amigos con los que crecimos, con quienes pasamos de los juegos al estudio, de la niñez a ser adultos.
Hay amigos que nos acompañaron en ciertas etapas, que fueron esenciales en momentos críticos y nos ayudaron cuando el mundo se venía abajo.
Hay amigos que se alegran cuando tenemos éxito, aplauden nuestros triunfos y nos estimulan a seguir adelante.
Hay amigos que siempre han estado, a quienes no hay que llamar porque saben cuando los necesitamos.
Hay amigos con quienes compartimos aficiones, vitoreamos a nuestro equipo, botamos la frustración cuando los nuestros pierden y celebramos las victorias.
Hay amigos que nos ayudan a desarrollarnos, que evalúan nuestros trabajos, nos dicen con sinceridad si es bueno o es malo y nos dan sugerencias para mejorarlos.
Hay amigos que nos aconsejan, nos dicen la verdad aunque sea dura, comprenden nuestros errores sin enjuiciarnos.
La vida es más fácil porque...¡hay amigos!
El único requisito para tenerlos es que hay que serlo pues la amistad es una carretera de doble vía que no se transita solo. Gracias por permitirme ser tu amiga.
Y poderte llamar amigo.
Siluz
El Día Internacional del Amigo tiene origen en Argentina, y se lo debemos a Enrique Ernesto Febbraro, un profesor de Psicología, Músico y Odontólogo que un 20 de julio, en honor a la llegada del hombre a la luna, envió mas de 1000 cartas a diferentes países. Le respondieron 700 personas y enseguida, el Día del Amigo quedó instaurado en 100 naciones diferentes. Su iniciativa tuvo éxito ya que cada 20 de julio, en muchos países, los amigos esperan reunirse y dedican un día a la amistad.
Enrique Ernesto Febbraro fue candidato dos veces al Premio Nobel de la Paz.

5 de julio de 2008

Máscaras de sal

“Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal:
esta en nuestras lágrimas
y en el mar”.
Khalil Gibrán

A mis hijos


El ser humano siempre se ha sentido atraído por las máscaras. Presentes en los rituales de la mayoría de los pueblos, éstas han tenido funciones sociales, religiosas y culturales. Hay la creencia de que el portador adquiere las propiedades de lo que representa y hasta que le transfiere su fuerza y energía vital.
Desde los cultos dionisíacos, los actores griegos ocultaron el rostro tras una máscara. Era parte de su transformación y le otorgaba las características propias del personaje que interpretaría.
Los materiales para su realización han variado según la época, la región, el pueblo, el propósito, el significado. Se han confeccionado en barro, madera, fibras vegetales, pieles, plumas, hueso, telas, metales, piedras.


Tres hermanos teatreros se han dado a la tarea de construir las suyas. Naturales de Vega Baja, un pueblo cuya playa es de las más hermosas de Puerto Rico, fueron criados entre tablas y luces, viendo y haciendo teatro, respirando teatro, amando el teatro. Sus máscaras solo pueden ser de sal marina, obtenida de las aguas del océano Atlántico el cual baña la costa norte de la isla.

Los antiguos declaraban que la sal era inmaculada pues provenía de las dos cosas más puras en el mundo: el sol y el mar. Los alquimistas la consideraban el quinto elemento: fuego, agua, tierra, aire y sal. En la Biblia se hacen alusiones a que los escogidos son “la sal de la tierra”. Es símbolo de pacto, de alianza, de amistad. Se considera indestructible, purificadora, incorruptible.
El teatro ha sido, es y será la sal de sus vidas. Tienen el compromiso de sazonar las de los demás. Han atado un lazo inquebrantable entre ellos, los amigos, colaboradores y con el público.

A subir a escena portando“Máscaras de sal”. Han dado ya la tercera llamada...



Elsia