21 de septiembre de 2014

Destino de un gran poeta: LEÓN FELIPE

Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe nació en Tábara, provincia de Zamora, España el 11 de abril de 1884. Vivió como un hombre libre, cómo decidió y no como le dictaba su cuna y condición. 


“Los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino”.

Pasó a la eternidad en Ciudad de México, donde se había exiliado definitivamente, el 18 de septiembre de 1968.

“Soy hombre antes que español”. 

Para el 1939, decía en la Casa de España en México:

 “Hace ahora -por estos días- un año justo que regresé a México. Y poco más de un año que abandoné definitivamente España. Vine aquí casi como el primer heraldo de este éxodo. Sin embargo, yo no soy un refugiado que llama hoy a las puertas de México para pedir hospitalidad. Me la dio hace diez y seis años, cuando llegué aquí por primera vez, solo y pobre y sin más documentos en el bolsillo que una carta que Alfonso Reyes me diera en Madrid, y con la cual se me abrieron todas las puertas de este pueblo y el corazón de los mejores hombres que entonces vivían en la ciudad…Después, México me dio más: amor y hogar. Una mujer y una casa. Una casa que tengo todavía y que no me han derribado las bombas. Ahora que tanto español refugiado no tiene una silla donde sentarse, tengo que decir esto con vergüenza. Pero tengo que decirlo. Y no para mostrar mi fortuna, sino mi gratitud. Y para levantar la esperanza de aquellos españoles que lo han perdido todo...

Amigos míos, esta noche habéis venido aquí a contestar a estas preguntas. Todos. Todos los que me escucháis. Los mexicanos y los españoles; y supongo que también ese hombre encendido de cólera, que grita todos los días en la prensa: ¿quién es ése? ¿Por qué ha entrado ése? ¿Quién le ha abierto las fronteras y la puerta de plata? Que muestre sus diplomas. ¿Dónde están sus diplomas?

Yo no tengo diplomas. Mis diplomas y mi equipaje se los ha llevado la guerra y no me quedan más que estas palabras que ahora vais a escuchar”.

Su obra, hasta quizás épocas recientes, no ha sido reconocida en su inmenso valor.  Ignorado por unos y criticado por otros, comenzó su labor literaria ya cumplidos los treinta y cinco. El ser hijo de un notario y miembro de una familia adinerada e influyente, hizo que muchos lo etiquetaran como un “señorito de provincias”.  Pero nada más lejos de la verdad.  Se graduó de farmacéutico pero no ejerció por mucho tiempo en un solo sitio pues su vocación de actor en una compañía teatral rodante lo llevaba de ciudad en ciudad.  Esta inestabilidad le trajo problemas económicos que lo llevaron a la cárcel donde pasó tres años.  Luego, Madrid, vida bohemia, dormir en pensiones, en la calle, trabajo en Nueva Guinea, nuevamente España, Norteamérica, hasta establecerse permanentemente en México donde lo esperaba el encuentro con su destino.

Sus ideas republicanas y su exilio en América provocaron que los críticos de la España franquista no lo tomaran en serio.  Fue considerado por Vicente Gaos en su obra  Claves de la literatura española como un poeta menor y por Juan Ramón Jiménez como "el mejor de los de menos importancia".   Sin embargo, los poetas mexicanos y los que lo acompañaron en el exilio, creían en su poesía y eso para él fue suficiente. 


León Felipe es un poeta de gran fuerza lírica comprometido con las luchas sociales. Puede notarse la influencia de los versículos de la Biblia, así como de los poetas Walt Whitman y William Shakespeare, a quienes tradujo.  Su poesía es rebelde, un grito por la solidaridad y la justicia, por la dignidad del ser humano, un canto al tiempo, al caminar, a la vida y a la muerte.

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos
.

Se vio afectado por la guerra, sintió los horrores de la división española, de la injusticia, de ver su tierra destruida y su gente empobrecida.

A los Caballeros del Hacha,
A los Cruzados del Rencor y del Polvo...
A todos los españoles del mundo.
... Los muertos vuelven,
vuelven siempre por sus lágrimas
(el muchacho que se fue tras los antílopes regresará también).
nuestras lágrimas son monedas cotizables;
guardadlas todas ¡todas!
para las grandes transacciones.
Hay estrellas lejanas
¡y yo sé lo que cuestan!

***

¿Por qué habéis dicho todos
que en España hay dos bandos,
si aquí no hay más que polvo?

Un León Felipe que conoce la fuerza de la palabra, que usa como trinchera su poesía.

“El poeta va recreando con su angustia viva, las esencias vírgenes que matan sin cesar el político y el eclesiástico esos hombres que piensan que ganan todas las batallas y dejan siempre seco y muerto el problema primario de la justicia del hombre.
Cuando todas las demagogias han manchado de baba las grandes verdades del mundo y nadie se atreve ya a tocarlas, el poeta tiene que limpiarlas con su sangre para seguir diciendo: aquí todavía la verdad.
¿Por qué no hay ya zapatos para todos?”

***
Cuando no hay poetas en un pueblo, el juez y los magistrados se reúnen en las tabernas, y firman sus sentencias en los lechos de las prostitutas.
Cuando no hay poetas en un pueblo (es decir, Ley viva), los obispos (es decir, la Ley muerta) celebran los concilios en los sótanos de sus palacios para bendecir la trilita de los aviones.
El obispo o el arzobispo, en este poema, es el jerarca simbólico de todas las podridas dignidades eclesiásticas de España: el que hace las encíclicas, las pastorales, los sermones, las pláticas, lleva al templo la política y los negocios de la plaza y afianza bien ha ametralladoras en los huecos de los campamentos para dispararlas contra el hombre religioso, contra el poeta que dice:

¿Dónde está Dios?
 Rescatémosle de ha tinieblas.
Porque…
Dios que lo sabe todo
es un ingenuo
y ahora está secuestrado
por unos arzobispos bandoleros
que le hacen decir desde la radio
«Hallo! Hallo! Estoy aquí con ellos».
Mas no quiere decir que está a su lado
sino que está allí prisionero.
Dice dónde está, nada más,
para que nosotros lo sepamos
y para que nosotros lo salvemos.

“Sin el poeta no podrá existir España. Que lo oigan las harcas victoriosas, que lo oiga Franco:”

Tuya es la hacienda,
la casa,
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?

Y le pide a sus compatriotas:

Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima...
Españoles,
españoles del éxodo y del llanto:
levantad la cabeza
y no me miréis con ceño
porque yo no soy el que canta la destrucción
sino la esperanza.

El eterno peregrinar, el no poder permanecer en un solo sitio, la falta de raíces, es constante en su poesía.

COMO TÚ

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...



ROMERO SOLO
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.





La musicalización en los años 70 por Joan Manuel Serrat de “Vencidos” hizo que el poema se popularizara. Don Quijote, Rocinante, Sancho… tan presentes en la obra de León Felipe.
VENCIDOS
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...



Aunque él aclaró a los lectores del Norte su posición:

La gente suele decir, los americanos,
los norte-americanos suelen decir:
León Felipe es un "Don Quijote".
No tanto, gentlemen, no tanto.
Sostengo al héroe nada más...
y sí, puedo decir ...
y me gusta decir:
que yo soy Rocinante.

León Felipe, Miguel Hernández, Antonio Machado, Federico García Lorca. Sus letras triunfaron sobre la muerte y hoy van a la grupa con Don Quijote, como él: inmortales, victoriosos. 

¡EH, MUERTE, ESCUCHA!”
“Y ahora pregunto aquí: ¿quién es el último que habla,
el sepulturero o el Poeta?
¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios
para que me tapen la boca cuando muera,
con una paletada de tierra?
No.
He venido y estoy aquí,
me iré y volveré mil veces en el Viento
para crear mi gloria con mi llanto…”

Referencias:
http://blogs.avui.cat/jaumepubill/2011/08/31/len-felipe/