12 de enero de 2009

Niños infinitos


Son niños.
Solo niños.
Aquí o allá, al norte o al sur, al este u occidente, ¡son niños!

No hay diferencia entre éste, que duerme arropadito en su cama, con ese otro que busca un rinconcito en la calle donde pasar la noche.
No hay diferencia entre los ojos de asombro de éste un día de reyes con aquellos otros ojos aterrorizados entre bombas y disparos.

No hay diferencia entre éste, al que corremos para darle su botella tan pronto llora y ése que llora porque no tiene nada que echarse a la boca mientras busca entre desperdicios y basura.
No hay diferencia entre ese que descansa seguro en unos brazos de aquel para quien ni su casa ni el patio ni su escuela ni el templo, pueden resguardarlo del peligro.

No hay diferencia entre éste, que aún no sabe de dolor ni rencores, contra ese que agarra una piedra para lanzarla a sus enemigos armados
No hay diferencia entre éste al que su madre abraza cada mañana y aquel que perdió a toda su familia en una absurda guerra.

No hay diferencia entre éste, protegido del más mínimo golpe y aquel que está siendo atacado, golpeado, traumatizado, mutilado, asesinado.
No hay diferencia. ¿Por qué entonces no todos ríen?
Por Dios, ¡son niños!

Esto no debió haber pasado antes, ahora ni nunca. Esto no puede seguir pasando. Los niños no pueden seguir siendo víctimas de maltrato y violencia. No pueden seguir muriendo de hambre y frío. No pueden seguir siendo masacrados.

No hay tierra ni religión que valga tanta sangre inocente.
No hay causa, creencia, motivo, razón, ¡nada! que pueda justificar esta barbarie.

Si todavía se atreve, como el recién estrenado gobernador de Puerto Rico, a defender hechos como éstos, ponga la cara de su hijo, sobrino o nieto en cualquiera de los rostros de estos niños. Los niños de Gaza son todos los niños del mundo(vea la presentación de Cargas y Descargas). Una foto dice más que mil palabras. Cuando se mira a un niño, se mira a todos los niños de esta tierra...

Los hijos infinitos

Andrés Eloy Blanco

Cuando se tiene un hijo,

se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,

se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga

y al del coche que empuja la institutriz inglesa

y al niño gringo que carga la criolla y al niño blanco que carga la negra

y al niño indio que carga la india y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños que la calle se llena

y la plaza y el puente y el mercado y la iglesia

y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle

y el coche lo atropella

y cuando se asoma al balcón y cuando se arrima a la alberca

y cuando un niño grita, no sabemos

si lo nuestro es el grito o es el niño, y si le sangran y se queja,

por el momento no sabríamos si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo,

es nuestro el niño que acompaña a la ciega

y las Meninas y la misma enana y el Príncipe de Francia y su Princesa

y el que tiene San Antonio en los brazos y el que tiene la Coromoto en las piernas.

Cuando se tiene un hijo,

toda risa nos cala, todo llanto nos crispa, venga de donde venga.

Cuando se tiene un hijo,

se tiene el mundo adentro y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos

se tienen todos los hijos de la tierra,

los millones de hijos con que las tierras lloran,

con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,

los que Paul Fort quería con las manos unidas

para que el mundo fuera la canción de una rueda,

los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,

quiere con Dios adentro y las tripas afuera,

los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima

entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,

porque basta para que salga toda la luz de un niño

una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos

se tiene todo el miedo del planeta,

todo el miedo a los hombres luminosos

que quieren asesinar la luz y arriar las velas

y ensangrentar las pelotas de goma

y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.

Cuando se tienen dos hijos

se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,

toda la angustia y toda la esperanza, la luz y el llanto,

a ver cuál es el que nos llega,

si el modo de llorar del universo,

o el modo de alumbrar de las estrellas.

14 comentarios:

Rocío dijo...

Sin palabras...

Siluz dijo...

Así es, Rocío. Hay situaciones que no podemos explicar ni entender...

Ivonne Acosta Lespier dijo...

Tengo un taco en la garganta y muchas ganas de llorar..

Siluz dijo...

Ivonne: No podemos entender por qué un niño se enferma o sufre sin que podamos hacer algo por evitarlo. Pero cuando ese sufrimiento es provocado y causado por los adultos que se supone lo cuiden y lo protejan es inhumano, injusto e intolerable.

Fabiana dijo...

Tenés razón Siluz. Es indescriptible la tristeza de estos chicos sin presente. Las guerras y la pobreza están desvastando sus futuros.

Te mando un beso y te dejé un regalito en mi blog. Cuando quieras podés pasar a buscarlo.

Siluz dijo...

Gracias, Fabiana, por la visita. Ahora paso por tu blog. En eso seguimos siendo niños.. nos encantan las sorpresas.

Ivana Carina dijo...

Excelente entrada.

Vengo del blog de Fabiana.

Te felicito por el blog, me encanta!

Un saludo desde la Patagonia Argentina.

Siluz dijo...

Gracias, Ivana. Me encanta la cadena que se crea con estos reconocimientos. Bienvenida a mi mundo, espero entrar en el tuyo. Un abrazo desde esta isla caribeña.

Noel Ernesto dijo...

...que cojones

Siluz dijo...

ya sé, Noel. Rabia es lo que da sentirse ten impotente ante tanto dolor...

Mariel Ramírez Barrios dijo...

llanto
y enojo
y dolor
y màs llanto
y ganas de gritar
y de salir a la calle
a detener esto de alguna forma
Impotencia.
Y llanto.
No sè que decir sino eduquemos a los niños en la antiguerra,en el compromiso,en el respeto.Es posible.

Siluz dijo...

Impotencia...
Y llanto...
Y ganas de gritar...
Y la débil esperanza de que no sea verdad...
Que algo aún se pueda hacer...
por nuestros hijos..
y los hijos de los otros.

Hilda Vélez Rodríguez dijo...

Y son eso, solo niños...tremendo tu escrito, me llegó..

Siluz dijo...

Y ocurre una vez.. y otra... ¿hasta cuándo?