
—Nunca te he dado motivo para tu desconfianza. Yo también te amo, sería incapaz de faltarte. Pero así no podemos seguir. Voy a dejarte, Luis.
—Te juro que no lo vuelvo a hacer. Tengo tanto miedo de perderte. Sin ti no soy nada, no me dejes, no podría vivir sin ti.
—Está bien, voy a darte otra oportunidad…la última…
Día tras día, la misma escena. Día tras día celos, gritos, golpes. Luego, la acostumbrada crisis nerviosa rematada de un epílogo de llantos y arrepentimiento. Día tras día, mes tras mes, año tras año. Laura soporta el maltrato del esposo, Luis jura y perjura que será la última vez. Día tras día. Alguna vez ella se supo en peligro, tanto como para atreverse a solicitar protección de la policía. Mas a los pocos días retiraba la orden, convencida por sus lágrimas y promesas.
En ese ambiente nació Luisita. Fue una niña saludable a pesar de las golpizas recibidas estando embarazada. ¡Cuántas veces calló, cuántas escondió las marcas del amoratado cuerpo! Un año más tarde llegó Juanito. No fue producto del amor sino del miedo. Como tantas noches, Luis llegó borracho a su casa. Sin importarle encontrar a la mujer amamantando, reclamó los llamados derechos de esposo y quiso tomarla a la fuerza. Ella, temiendo por la criatura, obedeció.
Ambos niños crecieron siendo testigos y víctimas de maltrato. Todos guardaban silencio, dominados por el terror. Callaron hasta el momento en el cual vieron caer a su madre malherida. Entonces gritaron solicitando ayuda, se le abalanzaron encima al padre tratando de defenderla, pero todo fue inútil. El hombre estaba poseído por la furia, el alcohol y el descontrol. Y la mató. Ese día los perdieron a los dos.
En ellos quedaron grabadas las huellas de la violencia. Juan, al casarse, buscará una mujer con quien solo sabrá expresarse a gritos y a golpes. Luisa pensará que no vale lo suficiente y merece ser castigada. Escogerá como pareja a un hombre muy similar a su padre.
Triste historia.
Repetida historia.
Común historia.
Pero ésta en particular no ocurrió.

Cuando Luis dijo: “no me dejes, no podría vivir sin ti”, ella pensó: “Pues tendrás que aprender”.
Esa misma noche escapó de él, de un futuro compartido, de una vida indigna a su lado.
Esa noche cortó la ruta de su destino y aseguró el porvenir de los hijos que algún día tendría.
Esa noche decidió vivir.
Siluz