Cuido a mi nieto Nahuel
desde que nació. Su mamá es maestra y
aunque ha tenido etapas de desempleo (odiosa Ley 7), ha estado conmigo siempre
que tiene trabajo. El año pasado, a pesar de que no lo hicimos con
planificación, Nahuel aprendió a leer y escribir. No fue intencional, sino solo
una respuesta a sus propias preguntas e intereses. “Tengo la cabeza llena de
preguntas”, nos decía. Llamaron su atención los distintos sonidos y pronto
captó la idea de cómo se escribían. Nos
pedía que le compráramos letras, las quería de todos colores y formas.
Empezó a
organizarlas en palabras y nació en él la curiosidad de por qué unas palabras
se escribían con s o con z, con c o con k o con b “de barriguita” o v. Quería expresarse en papel, y la mejor forma
que encontraba era dibujando.
Siente una atracción especial por los planetas,
la luna y las estrellas. Igual lo atraen las banderas de los diferentes
países, los mapas, las ciudades. Pues
leemos mapas y dibujamos figuras geométricas, armamos el sistema solar y
construimos banderas. Nos divertimos aprendiendo.
Nahuel tiene 5 años
cumplidos. Llegó el momento de apuntarlo en kínder. ¿Llevarlo al kínder era
darle una herramienta para su desarrollo o frenar sus ansias de aprender?
Visitamos varias escuelas y entre todas, pensamos que había una que cumplía con
nuestras expectativas. Pero surgió un problema, Nahuel es varón y tiene el pelo
largo. Y no lo aceptaron. Una escuela moderna con ideas arcaicas. ¿O será que
el pelo no afecta el intelecto de las niñas pero embrutece a los varones?
Nahuel es feliz en casa, ¿por qué no convertirla en su escuela? ¿No es
eso lo que hemos estado haciendo hasta ahora? ¿No aprendían antes los niños
todo lo que sabían de sus padres? ¿No es
lo ideal que el niño tenga una atención individualizada, donde podamos guiarlo
en su desarrollo, con la suficiente libertad para disfrutar del proceso de
aprender? Educar en casa es un proyecto
familiar: llevar al niño a seguir aprendiendo a su propio ritmo, sin temor al
fracaso, sin ansiedad, sin fragmentar su conocimiento, con un horario flexible
y con el derecho a hacer cambios en la marcha.
Es nuestra meta este año, lograr una verdadera educación, sin límites ni
barreras, sin paredes ni tiempo, integrada y comprometida. Así nos ayude Dios...